Como un salmón (a contracorriente)
“De niño, cuando estudiaba pintura, nos pidieron un seudónimo. Mi papá cogió mi nombre: Carlos Andrés Mejía Gómez y lo sintentizó en Caramego. Con el tiempo la cosa se degeneró en Mego y lo terminé adoptando. Después de oír tanto que la gente me llame Mego se me hace muy raro escuchar que me digan Carlos Andrés”, recuerda Mego.
Él es un músico local, un “Pez” que ha nadado de manera rauda en los turbulentos sonidos del rock, los cadenciosos ritmos del pop, los remolinos de la música electrónica, las corrientes del folclore popular y hasta las sugerentes melodías de la música clásica. Así, confiesa Mego, ha ido fluyendo para encontrar su esencia musical.
Como un salmón
Antes de entrar al mundo de la música, Mego dibujaba. Pero las melodías le fueron ganando a las formas. Sin percatarse los colores se le volvieron sonidos, los trazos canciones y las luces, ritmos. De pronto, ese niño sensibilizado por la pintura y cantante del coro de iglesia, se fue a contracorriente como un salmón. Desde entonces no ha dejado de tocar la guitarra ni el teclado, “Pero ahora lo que definitivamente toco es el computador”, explica. Con este aparato surca los bastos confines de la música.
Esa corriente refrescante que es la alegría
Mego confiesa que lo mejor de sus primeras incursiones fueron las reacciones que suscitaba su música. “Poner a prueba gustos y oídos”, preparar un coctel de vanguardia para enardecer con sugestivas y caprichosas canciones. En esa alquimia mezcló de todo, tocó metal, punk y rock and roll. Una dosis de cada género para reinventarlo. La cosa empezó desde hacer ensayos solo con un teclado hasta combinar sonidos de manera casera. “Lo que rescato de ese período de exploración es la alegría; el goce de tocar sin más pretensiones que sentir las reacciones de la gente, despertar las energías con solo activar una canción”, afirma.
Adaptarse o seguir solo
Entonces Mego forma El Pez, un grupo que retoma las raíces del rock en español; hacer música divertida, sin dejar de jugar. “En ese momento estábamos metidos en hacer nadaísmo. Después uno empieza a encontrar cosas y se involucra con temas sociales; entendiendo lo social como el lugar que uno ocupa en una ciudad, en una cultura, y así comenzamos a expresar el contacto que teníamos con nuestra realidad”, aclara. El Pez fue como una miscelánea. “De ese proceso aprendí a ver la música como una escuela grande que se vuelve una empresa, que exige saber llegar al público y proyectar el trabajo”, dice Mego, a quien las rápidas corrientes del reconocimiento lo llevaron a grabar con una disquera. “Al principio es emocionante ingresar a una disquera porque se piensa que hay una cantidad de procesos que se van a ahorrar y solo hay que preocuparse por la creación; pero el problema es que la dirección de ese producto se sale de las manos porque las disqueras buscan un abanico más amplio y al firmar hay que sacrificar parte de las intenciones propias en aras de intereses recíprocos, así es el negocio”, explica.
Después de un proceso de 8 años, 3 trabajos y uno inédito, El Pez se acaba por el desgaste que tuvo con la disquera tratando de sacar un disco que no era tan comercial como los anteriores y eso implicaba mucho riesgo en la inversión. “Era un disco más fuerte y más sucio sonoramente. Ellos no arriesgaban y los músicos del grupo iban creciendo profesionalmente”, explica Mego.
Sonorización y musicalización para televisión
Sin duda uno de los grandes aportes de Mego ha sido la sonorización y musicalización para la televisión local. Fue Canal U el que le soltó el sonido durante 3 años. Y luego fueron Telemedellín y Teleantioquia con algunos programas. “Yo he sido muy engomado con esa relación de lo audiovisual y desde que estaba en el colegio ya estaba haciendo mis videos y musicalizándolos, poniéndole cables y adaptadores entre equipos de sonidos, vhs y televisores. Entonces llevé un par de videos caseros a Canal U y ellos se interesaron por ese tipo de musicalización. Todos aprendimos porque era algo que no se había intentando en la televisión local y menos del corte juvenil y cultural. Aprendimos a leer las necesidades de cada programa y a proponer ideas sintiendo, para traducir con música lo que los demás quieren expresar”.
Mozart K-cero
El proyecto conjunto más reciente en el que Mego ha participado es una reinterpretación de algunas obras de Mozart en la conmemoración de los 250 años del natalicio del compositor austriaco. El proyecto usa y mezcla sonidos urbanos como los pitos de los carros, los frenos, pregoneros, que lo que hace es traernos esa sociedad donde vivió Mozart al presente y mezclarla como una confusión de recuerdos, como un collage de realidades. “Lo mejor es que la intervención le da un toque popular a lo sacro de esta música y su ceremoniosidad es tocada por el humor”, explica. El proyecto lo componen 8 músicos en escena, 3 personas se encargan de los arreglos, hay un cuarteto de cuerdas: violines, violonchelo, viola y corno inglés. Un rapero que se convierte en un músico virtual, y la instalación de imágenes y fotografías de la ciudad con el concepto del fotógrafo Juan Fernando Ospina, sincronizadas con la música. “Creo que es algo muy arriesgado y de pronto haya gente a la que no le guste pero la intención es que suscite reacciones. Porque parte del encanto de la música es poder jugar al niño malo. Porque me gusta que la música suene torcida, los cambios bruscos, los sonidos extraños, los giros, las reacciones” comenta Mego.