Una semana después del atentado terrorista en Bogotá que dejó 21 muertos y 68 heridos, los sentimientos de desesperanza y zozobra aún permanecen en la población colombiana, que sin mediar su cercanía con los afectados, se ha movilizado y expresado su solidaridad de distintas maneras.
La magnitud del suceso hizo que muchas personas revivieran épocas pasadas que se creían superadas y sientan temor por los tiempos que han de venir, en las tensiones con el grupo responsable del ataque. ¿Cómo superar esa zozobra?
La sociedad española ha dado en años recientes muestras de unión frente a hechos terroristas como los cometidos por el grupo ETA y los yihadistas. Los más recordados: el 11 de marzo de 2004, cuando se produjo un ataque en el sistema de trenes de Madrid, que dejó 193 muertos y los atropellamientos masivos del 17 de agosto de 2017, en Cataluña, con 16 muertos y 153 heridos.
Ambos hechos motivaron concentraciones de la sociedad convocadas por movimientos cívicos y el sector oficial.
José Vargas, presidente de la Asociación Catalana de Víctimas de Organizaciones Terroristas, le dijo a Vivir en El Poblado que la sociedad, después de tantos años de sufrir a ETA y otras bandas, “estaba muy sensibilizada sobre las consecuencias horrorosas de sus actos”.
Vargas compara las situaciones vividas y advierte que la idiosincrasia de España y de Colombia son muy diferentes, razón por la cual el actuar ante hechos de este tipo también difiere.
“Aquí el Gobierno aplica una serie de protocolos en los que trabajadores sociales, psicólogos, abogados, trabajan para paliar lo más pronto posible el daño que las víctimas sufren”. Esto ayuda a que los afectados se sientan reconfortados y arropados con el apoyo que la sociedad les transmite.
El diputado del Parlamento de Cataluña, David Mejía, también atendió a Vivir en El Poblado y afirmó que hay varias acciones que se pueden realizar después de los atentados que ayuden a visualizar el recuerdo de las víctimas y a sensibilizar al resto de la sociedad respecto a lo ocurrido.
“Hay acciones institucionales que deben transmitir el mensaje de que cualquier atentado no va a condicionar los valores de la sociedad; la propia población, por su parte, puede hacer más fácil la recuperación de los afectados con su apoyo y rechazo a los terroristas. También son importantes las acciones de recuerdo y memoria para manifestar que la sociedad no olvida lo que pasó”.
El diputado sugirió que se realicen audiencias públicas de seguimiento a los atentados en las que las víctimas o sus familiares puedan hacerles veeduría a las necesidades que surjan tras el ataque, que no son solo económicas sino psicológicas, morales y de salud.
Recuperar el sentido de comunidad
Hernán Darío Gil, antropólogo y docente de la UPB, sostiene que para recuperar el sentimiento de seguridad y confianza, el ciudadano tiene que aprender a vivir en comunidad para “sentirse satisfecho y seguro con el otro”.
El problema, dice, es que “en esta sociedad contemporánea hay una teoría capitalista que creó la concepción de individualidad, donde el otro no interesa. Cuando ocurren hechos de violencia como el de Bogotá, aparecen discursos
de que todos somos afectados, que no vamos a dejar que nos acaben, pero solo en situaciones de crisis”.
Gil expone como caso de éxito las movilizaciones en Europa cuando su población ha sido afectada por el terrorismo. “Los franceses son capaces de protestar en masa, pero acá muchos ven cómo los otros protestan, porque a ellos no los toca”. Y sugiere que escuelas, colegios y universidades enseñen el concepto de vivir en comunidad para “respetar y cuidar al otro, no necesariamente pensar igual a él”.
“Desescalonar la agresividad del lenguaje”
Para el sociólogo Max Yuri Gil, una manera de que la sociedad supere esta incertidumbre es dándole espacio al análisis de lo ocurrido, contribuir a la comprensión del fenómeno: el porqué pasan este tipo de hechos, cuáles son sus implicaciones.
Considera que este proceso es clave, pues la sociedad actual es “predominantemente urbana, por tanto el impacto del hecho se magnifica”.
Asegura Max Yuri, es clave que los emisores de opiniones, los influenciadores, altos funcionarios del Gobierno y los medios contribuyan con “un tono más sosegado y desescalonen la agresividad del lenguaje para que no se promuevan el odio y la venganza. Eso no ayuda a que la sociedad comprenda y supere lo ocurrido”.