Por: Maria Claudia Mejía / [email protected]
Actualmente estamos viviendo una crisis ambiental por la falta del recurso más importante para nuestra subsistencia en el planeta: el agua. Este líquido vital está ahora escaso, en nuestra capital ya está siendo racionado, y en los medios de comunicación nos piden cuidarlo y realizar ciertas acciones para no desperdiciarlo. Y quienes aún toman duchas de 15 minutos puede que sientan la presión de la culpa corriendo por sus venas, tal cual corre el agua por nuestro cuerpo. Somos realmente un país privilegiado en términos de recursos ambientales como el agua y ahora estamos viviendo lo que por décadas han vivido otros países que han tenido este mismo problema. Pero ¿qué diría el agua si pudiera hablarnos? ¿si pudiera establecer una conversación con los humanos en nuestros términos?
El agua nos diría que está presente en nosotros y nosotros en ella. Nos diría que no se nos olvide que somos aproximadamente un 70 % ella, que la necesitamos para hidratarnos, pues sin ella no podríamos vivir más de 5 días; la necesitamos también para alimentarnos, asearnos, y cuidarnos en general. Nos diría que nosotros somos ella y que ella es nosotros, que estamos integrados en ecosistemas que garantizan nuestra vida. Que ella nos provee unos servicios inigualables, porque gracias a ella existen industrias como la producción de alimentos y bebidas, tan necesaria para mantener nuestro sistema alimentario vivo; como la limpieza, también tan necesaria para sostener nuestra cultura del cuidado; como la producción textil, industria que muchas veces produce de manera exagerada y que termina haciendo daño.
También nos diría que en las primeras culturas la adorábamos, que ella representaba un recurso sagrado, que hacíamos rituales y ceremonias para que ella nunca muriera; que la percibíamos como un recurso que estaba infinitamente ligado a nuestra subsistencia y a nuestras culturas. Pero, nos diría, algo ocurrió con las culturas más recientes, aquellas que llenaron las ciudades de edificios altos y pesados, pues han abusado de su uso y la han dejado al borde de la muerte. Nos diría que tantos años de mal uso y abuso han logrado que ahora ella esté escasa y que ahora le cuesta mucho brindarnos el servicio que nos brindaba antes. También nos diría con preocupación que ahora hay ciudades en las que ella está en peligro de desaparecer, como El Cairo, Londres, Pekín, Moscú, Estambul, Ciudad del cabo, Ciudad de México, y algunas ciudades de Estados Unidos como El Paso, San Francisco y Atlanta.
Nos diría que ella se sigue esforzando por brindarnos el beneficio que antes nos brindaba, pero sin nuestra ayuda no puede estar presente tanto como la necesitamos. Nos diría que nos invita a revisar los usos que le damos en el día a día, mientras nos duchamos, nos lavamos los dientes, lavamos nuestra ropa, nos alimentamos y nos hidratamos; y también en nuestros procesos empresariales, pues ella ha notado que hay industrias que abusan de su uso. Nos diría que nos invita a darnos cuenta de que la necesitamos para garantizar nuestra vida, y la vida de las civilizaciones que con tanto esfuerzo hemos construido. Nos diría que ella es consciente de que ahora lo que nos trae es ansiedad, escasez, dificultades, y a ella no le gusta tener esa relación con nosotros. Nos diría que le gustaría volver a recorrer nuestras ciudades, ser parte de nuestras culturas, y ser una con nosotros. Nos diría que le ayudemos a volver a ser lo que era: un recurso que esta infinitamente ligado a nuestra supervivencia y que era cuidado como si cada pequeña gota contara.