Ni los extranjeros que llegan a El Poblado se aíslan de los festejos de fin de año. Acompañamos a David Frijda a una clase en Manila.
“Nunca, pero nunca, me abandones, cariñito”… David escucha apenas las primeras estrofas de esta canción que es emblema de los diciembres en nuestro país, y se emociona. “¡Me gusta!”, y decide seguirle el paso a su profesora de baile, Marly Gómez.
No sabe bien si es un porro, una cumbia o una salsa, así que sus pasos, al inicio, son descoordinados. “¿Esta es música de diciembre?”, pregunta, sin entender muy bien a qué nos referimos en el país cuando decimos eso.
David se encuentra en Medellín hace un mes y estima que estará otro más. Nació en Amsterdam. Es su segunda vez en la ciudad, ya vino en 2018 y se quedó dos meses y medio, pero en aquella ocasión no le tocó pasar diciembre. Estuvo en Cuba, en un largo viaje de diez meses que también lo llevó a México, Ecuador, Perú, Chile, Argentina y Brasil. Tiene 26 años y es profesor de inglés. Sus orientadores de baile son algunos de sus alumnos.
Domina el español aunque su gramática, confiesa y se le nota, no es la mejor, pero es suficiente para hacerse entender y comentar que el baile se le ha convertido en una “obsesión”.
“Una ciudad con una energía increíble”
La profesora le intenta enseñar pasos muy parecidos a la salsa, un género que conoce muy bien David, y que practica con frecuencia en bares como Son Havana, El eslabón prendido, Buenavista, lugares que en su concepto son “increíbles”, como califica también la energía de la gente en Medellín para bailar y divertirse.
Sin embargo, su destreza en la salsa, que es evidente cuando suena este ritmo, no lo salva de dar algunos pasos en falso al escuchar Cariñito, el tema que popularizó Rodolfo Aicardi con Los Hispanos en 1992 y que hizo parte del álbum Cariñito y otros éxitos de novela.
Ya había escuchado música decembrina, solo que nadie le había avisado que así se le decía, ni tampoco le había puesto tanto cuidado como ahora que estaba recibiendo clases. La primera semana de diciembre asistió a La Verbena, un evento en el Jardín Botánico que recibió el último mes del año con orquestas populares por esta época.
Con Marly se ve casi todos los días de la semana para tomar sus clases, que duran en promedio entre hora y media y dos horas. Con ella tiene la confianza para dejarse llevar y recibir las indicaciones.
Juntos dan una y otra vueltas. Él sonríe, trata de cogerle el ritmo a Aicardi y su combo, le va bien. Marly entiende que es su primera vez con estos ritmos y busca una segunda canción más parecida a un porro, una cumbia, algo que David domina mejor.
Aunque en 2018 estuvo en Cuba pasando diciembre, dice que no hay nada como lo vivimos en Medellín. Lo ha sorprendido más la energía de su gente que la cantidad de pólvora que le ha tocado ver, algo inimaginable en su tierra natal, donde esta época es fría, gris -una descripción, no un juicio-.
La inquietud por bailar más música “de diciembre” le quedó sonando a David, quien quedó encantado con la experiencia.
Por: Sebastián Aguirre Eastman / [email protected]