La movilidad de los colegios en El Poblado se ve afectada por la construcción de las obras de Valorización y por el flujo externo de vehículos, pero al mismo tiempo estas instituciones cada día generan impacto por la movilización de una comunidad académica establecida en miles de usuarios. Partiendo de la premisa de que la educación es uno de los pilares fundamentales de formación, así como la convivencia es una necesidad de ciudad, Vivir en El Poblado indagó sobre las acciones que están tomando las instituciones educativas de esta comuna para contribuir a la movilidad.
La Loma de Los Balsos y las transversales son, además de vías arterias, sede de varias instituciones educativas que a diario enfrentan el reto de la movilidad. Sus estrategias apuntan a la evacuación ágil, al orden, a evitar la congestión y, dicen, en especial al manejo de la seguridad de los estudiantes; sin embargo, coinciden en que no hay una política para trabajar en llave con la Secretaría de Movilidad para conectarse con el resto de la ciudad.
Entre sus estrategias para que la movilidad funcione está el manejo de horarios. “Tenemos variedad para que no coincidan con horas pico de la ciudad, por eso el ingreso es a las 6:30 am”, afirma Liliana Henao. Asegura que el ingreso y la salida son tan ágiles que no tardan más de 15 minutos. Para esto cuentan con guías en las dos porterías del colegio y con tres personas en los parqueaderos, quienes usan radiocomunicadores. El flujo es por turnos por razones de seguridad: primero evacuan a quienes van caminando, luego buses y busetas y por último los vehículos particulares.
La institución cuenta con 118 celdas de parqueo con capacidad para 150 vehículos y con una zona para 40 motos.
Henao explica que algunos profesores comparten el carro y se turnan para usar el vehículo, sobre todo los que viven en la zona norte. “Ha mejorado mucho la movilidad. Hay quejas constantes de que la salida de las niñas paraliza la loma, pero es muy difícil controlar el exterior y también falta tolerancia. Tenemos una unidad en el área de Ciencias Sociales sobre seguridad vial, informamos a los padres sobre los cambios viales y les damos un mapa con las rutas de los buses; también capacitamos a los docentes. Cuando hay congestión en la ciudad, estamos dispuestos a cambiar los horarios. La Secretaría de Movilidad nos ha dado charlas y hasta nos ha felicitado. Además le hemos solicitado el servicio de guardas, pero no ha sido posible”, expresa Liliana.
Seis personas ubicadas en puntos estratégicos coordinan la movilidad y están al tanto de la seguridad. La salida se hace de manera gradual y cada una de las alumnas es dirigida hasta los padres de familia o hasta los conductores de buses. “Estamos haciendo las cosas con la mejor intención de evitar cualquier congestión y riesgo”.
Pinares tiene 598 alumnas y 111 empleados. A diario, 909 personas ingresan al colegio y cerca de 100 más que son variables. La coordinadora explica que los padres de familia son quienes asignan en qué tipo de transporte viajan sus hijos: 400 estudiantes se transportan en 30 busetas (cada una para 14 pasajeros), 200 estudiantes en vehículos particulares de sus padres y máximo 10 en vehículo propio (que lo usan con la hermana y compañeras). Los empleados: 45 en carro particular y 100 en transporte público. Ninguno en bicicleta. El estacionamiento tiene 40 celdas, para personal del colegio, 10 para motos y 30 para visitantes (que después de las 3 pm usan las busetas).
Vélez afirma que han contado con ayuda externa, pero no con la Secretaría de Movilidad.
Para el estacionamiento, cuenta con 40 celdas para carros y 15 para motos. En eventos especiales, tiene capacidad para 200 vehículos, incluyendo una cancha de arenilla.
Para mejorar la movilidad “promovemos el uso del transporte escolar. Les explicamos a los padres que no solo es un servicio, sino que es una manera de educar en diversos aspectos. Generamos conciencia en la importancia de aportar a la movilidad de la ciudad, especialmente con las obras que se están realizando en el sector. Habilitamos una portería en una vía de muy bajo flujo vehicular para impactar lo menos posible el tráfico de Los Balsos, hacemos campañas de inteligencia vial con las familias y tenemos un plan interno de tránsito que se explica en las clases de sociales”, expone el rector Escobar. Por otro lado, el colegio participó en un estudio de flujo vehicular y movilidad realizado por empresas vecinas como ISA y otros colegios. Gracias a este se ajustaron horarios de ingreso y salida. “No recibimos un especial apoyo de la Secretaría de Movilidad, solo algunas veces agentes nos acompañan en las horas de ingreso y de salida”, agrega.
El Marymount tiene 950 estudiantes y 200 empleados. El personal ingresa a las 7:20 am, excepto las 72 niñas del grado maternal que entran a las 8:30 am. 700 niñas se movilizan en 18 buses (de 35 pasajeros) escolares y seis vans (de 16 pasajeros) y 100 en vehículos particulares. Los viernes, 350 estudiantes salen en carro. De los empleados, 30 van en transporte escolar, los demás usan carro. Para eso cuentan con 108 celdas de estacionamiento. “Muy pocas alumnas vienen caminando por la cantidad de obras que hay alrededor y porque en la calle 7, donde hay un alto flujo vehicular, no tenemos aceras. Eso les da inseguridad a los padres y aun si viven cerca prefieren pagar transporte”, explica la coordinadora.
Entre las estrategias para ayudar a la movilidad, habilitaron ambas porterías para salir, dividieron las rutas, prohibieron estacionar afuera de las porterías, algunos empleados comparten el carro y varios padres que viven cerca se turnan. Por otro lado, reportan que “la ayuda de la Secretaría de Movilidad ha sido nula. Han venido al colegio porque obstaculizamos, pero no nos ayudan con un plan de pare y siga mientras se ejecutan las obras. Yo he ido a las reuniones de las obras y he realizado las solicitudes”, afirma.
En cuanto a la construcción de vías en su entorno, “hemos tratado de mantener la calma y hacerle entender a la comunidad que son necesarias a mediano plazo”. Sin embargo, esperan más eficiencia del nuevo contratista de la obra de la Inferior con Los Balsos, por los perjuicios que les ha causado.