Por José Fernando Serna Osorio
Matilda es una niña que se ve envuelta entre una guerra sucia de drogas y en la que su familia es masacrada por agentes corruptos de la Policía de Nueva York. Un hombre la rescata en un encuentro casual e intenta ajusticiar a los responsables de esas muertes.
Esta es la escena de la película León o el Perfecto asesino, una cinta francesa en la que la violencia expuesta hacia Matilda, la niña que interpretó la afamada Natalie Portman, presenta una historia que se puede r epetir a diario en Colombia.
Y es que casos como los que representa esta película, traídos a nuestra realidad, son los que un grupo de investigadores, dos colombianos y dos estadounidenses, analizan en un trabajo integrado que fue planeado a tres años.
Con la participación de la Universidad CES, la Universidad de Antioquia, la Universidad de Texas Tech de Estados Unidos y la Secretaría de Educación de Itagüí, estas personas se dieron a la tarea de auscultar los trastornos de estrés postraumático en niños y jóvenes que han sufrido algún tipo de violencia física o sicológica.
“Cómo se altera en ellos sus estructuras a nivel de cerebro y cómo afecta cuando ellos están grandes. Así mismo, los efectos que derivan en deserción escolar y de aprendizaje, que muchas veces pensamos que pueden ser a nivel emocional, pero que realmente están afectando a todos los dispositivos del desarrollo”, precisó Liliana Calderón, coordinadora del proyecto, experta en neurosicología y Ph.D de la Universidad CES.
Y es que de acuerdo con la investigadora, el tamizaje que realizarán con estudiantes de varios colegios de Itagüí, les abrirá un espectro en relación con las áreas del cerebro que son afectadas cuando los niños han estado expuestos a conflicto cercanos y que alteran el comportamiento frente a la sociedad.
“Normalmente son niños irritables, niños impulsivos, muy agresivos. Ya no salen, ya no tienen amigos, se aíslan, no se sienten bienvenidos, son muy retraídos y cuando les pasa algo con alguna persona lo resuelven de forma inadecuada o de repente no hablan ni con los papás y se quedan callados”, agregó la neurosicóloga.
En épocas en que el país habla de posconflicto no se pueden desligar estas investigaciones al contexto de la paz. La investigadora asegura que la violencia que perciben los niños directa o indirectamente puede desencadenar en otros actos a futuro y de esa manera sería imposible alcanzar el sueño de la reconciliación sin antes hacer un trabajo de prevención.
Violencia por reflejo
La violencia tocó a Matilda, regresando al tema de la película, pero ¿qué pasa con el niño que la percibe desde un televisor o un mueble de una casa sin quién le explique lo que sucede?
La investigación titulada Efectos de la violencia en el cerebro de los jóvenes colombianos también abre espacio para analizar otros comportamientos irregulares de los niños dentro de los hogares.
Situaciones como las vividas en Estados Unidos con el ataque del 11 de septiembre de 2001 demostraron que hubo personas que presentaron estrés postraumático a raíz de la situación. Niños que sintieron tan cercana la vulneración de su seguridad que tuvieron que ser tratados porque no se atrevían a subirse a un avión o a un ascensor.
“Si dentro de la casa se logra identificar algún comportamiento extraño hay que hablar con ellos de qué es lo que está pasando, por qué ese comportamiento y también revisar qué se está experimentando en este momento”, advierte Liliana Calderón.