¿Hay fecha de expiración en el arte? ¿Para todos los campos de la vida aplican los estándares que hablan de números en la cédula? Estas preguntas surgen en una sala de casa en la que hay libros y luz. A un costado hay cajas llenas de partituras que esperan su destino próximo.
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Cecilia Espinosa, su dueña, cuenta que quiere compartirlos con estudiantes. Con una sonrisa discreta, saluda. Minutos después se siente un poco de tristeza en su conversación. Cuenta, con la prudencia que tiene al hablar, que ya no está en la Universidad EAFIT.
“Un buen director de orquesta o coro debe ser un buen comunicador; alguien que sea capaz de trabajar con consistencia y coherencia”.
La historia de su despedida de este lugar comenzó en diciembre del 2022. Dice que antes de salir de vacaciones de final de año, la llamaron para que fuera a rectoría. Allí le preguntaron cuándo quería irse; la década número seis de vida ya estaba cerca. Dice que no esperaba salir de esta forma, es decir, con afán. No se trata de un asunto de ego o capricho, dice. Explica que en el arte y la educación hay procesos; algunos no suceden con la rapidez de otros mundos, como el empresarial. Y ella quería afinarlos y concluirlos.
El pasado 30 de julio terminó, con agradecimiento, una carrera de 25 años. Durante este tiempo, se convirtió en fundadora del pregrado en Música de esa universidad; eran los tiempos de Juan Felipe Gaviria, un hombre que le dio su confianza y entendió bien la cultura local.
Hasta aquí llegó proveniente de la Universidad de Antioquia y después de estudiar con rigor y constancia, lo que el mundo musical ofrecía.
Además de crear este pregrado, fundó los Coros Tonos Humanos y el Coro de Cámara Arcadia, que luego se llamó Cecilia Espinosa. Este último hecho lo celebraron algunos cercanos que son conscientes de lo mucho que le costó avanzar en el mundo musical en una ciudad que apenas se está acostumbrando al brillo de las mujeres y necesita sus nombres como recuerdo e inspiración.
De sus estudios musicales en Estados Unidos aprendió eficiencia. En sus estudios musicales en Londres ganó madurez y capacidad de reflexionar y mirar más profundo. Durante esta última década, ha sido jurado, maestra en varias ciudades y también ha sido invitada como directora de orquesta a varios países. Entre los conciertos que ha dirigido recuerda uno, en Turquía, con Felix Kliéser, un músico alemán que nació sin manos y que aprendió a tocar el corno. Él le recordó el poder de la voluntad.
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Personas con experiencia musical, como Jorge Hernán Arango, o directores egresados de EAFIT que apenas empiezan su recorrido, como Andrés Uribe Orozco, reconocen en ella el profesionalismo que le ha dado a la música coral, en Colombia, y al estudio de música, en Medellín; una ciudad de la que muchos tenían que irse si querían una carrera continua y con oportunidades. Convencida de la importancia de los procesos y la pedagogía, quiere seguir haciendo música. En el lugar del mundo que esté dispuesto a recibir de ella experiencia y sabiduría.