Hola, te escribo desde Vendita – la feria de oficios que llega a su cuarta edición-. ¿Recuerdas que hace 2 años murió mi tío Ramón? Para mí fue ese tío que admiré desde siempre, por su estilo de vida asilvestrado, y su entrega total al oficio de la escultura. En estos tiempos de inteligencia artificial, aún me pregunto qué tan inteligentes nos sentimos entregando la sensatez a los algoritmos. Y así, los oficios parecen volverse obsoletos, como si las manos se estuvieran olvidando de sí mismas mientras la ansiedad, la depresión y la soledad las amarran.
A raíz de la partida repentina de mi tío, nació la feria de oficios para transformar la manera de relacionarnos con los objetos, para ritualizarlos y ritualizarnos. De sus manos, de su don del arte y del paisajismo me quedaron sus esculturas. Y esto ha sido una conexión profunda con él y con los restos de su vida que me habitan.
En cada escultura están sus sentires, su actuar irreverente, y, sobre todo, la belleza con la que habitaba los espacios. Este año la feria será de 4 días y coincidió con la temporada de acción de gracias y el Black Friday, una campaña de ventas masivas que cada año pareciera tomar más fuerza en el mundo. La vez pasada que nos vimos te conté sobre mis reflexiones de esta estrategia oscura. ¿Recuerdas que en el 2005 estudiaba en el sur de Estados Unidos? En ese entonces vivía en un suburbio, donde manejar más de una hora al día era una parte normal de la supervivencia diaria. Allá, los grandes centros comerciales de los 90s eran el paisaje preferido.
Aún en el frío de noviembre mis compañeras y compañeros de la universidad se instalaban desde la madrugada, a las 3 a.m., a hacer filas eternas con sacos de dormir y carpas, para lograr ser los primeros en entrar a las tiendas y poder consumir desaforadamente. Nunca lo hice, ni logré entender la diversión o el incentivo que movía a tantas personas para dormir en un andén y congelarse, con el objetivo de comprar algún objeto que pudiese ser más preciado que el descanso. En esos tiempos las visiones de mis compañeras y compañeros se sentían muy sostenidas por el sueño americano.
Quizás durante todos esos tiempos me perdí de tesoros estrambóticos, pero mi actuar con el paso del tiempo me fue convirtiendo en una mujer minimalista y libre. Sentía como si todo lo que se vendía y se compraba no solo era innecesario, sino tóxico para las condiciones que sostienen nuestra vida humana en el planeta. Me sentí tantos años rebotada.
Y ahora, 20 años después, veo a Medellín inundada de tiendas de dólar y Black Friday, como una fiesta transaccional que parece celebrar la abundancia de lo barato, pero al mismo tiempo de las consecuencias impagables, que luego le cobrará duro a mis hijas y a una generación completa.
Así que mientras esta adicción de venta masiva se dispersa por el mundo, aquí y allá, nosotros en Humanese abrimos un espacio para encontrarnos a pequeñas escalas y a otros ritmos. Creadoras y creadores que siembran, cocinan, tallan, cosen, modelan, funden, pintan…con otros incentivos y sin olvidar lo esencial, el cuidado. Cuenta con que seguiremos pedaleando desde este refugio en San Lucas imaginando, proponiendo y ofreciendo otros caminos. ¡Te esperamos, desde este jueves, 28 de noviembre, hasta el domingo 1° de diciembre!
Aquí todo la información: humanese.co/vendita