Carta desde Ámsterdam

Hay ciudades lineales que transforman a sus habitantes en mentes lineales. Esta se despliega alrededor de sus espacios verdes y del agua. ¿Podrá eso explicar la personalidad liberal de sus ciudadanos?

Carolina Daza
Por Carolina Daza / [email protected]

Te escribo desde Ámsterdam Noord. Hoy en mi cumpleaños decidí darle la vuelta en bicicleta.

Empecé explorando el nuevo barrio creativo NDSM Wharf, una transformación urbana liderada por ciudadanos. Para llegar, se toma un ferry gratuito y una bici amigable, desde la estación de Amsterdam Centraal. Atraviesas el río Amstel y en el camino ves el imponente Museo EYE.

Este lugar era un antiguo astillero dedicado a las industrias navales, abandonado durante los años 80 y 90. Hoy es un hub cultural, una parada obligada. Se ha convertido en un barrio mixto con zonas residenciales y deportivas, estudios de artistas, cafés y hoteles de diseño, que siguen fortaleciendo la escala humana de la capital holandesa.

Esta historia de transformación me empodera muchísimo. Imagínate que en los años 80 la crisis empezó a ahogar algunas de sus fábricas. En los años 90 un grupo de banqueros hasta propuso el desarrollo de un Wall Street –un distrito financiero repleto de rascacielos–. Pero los movimientos culturales nunca dejaron de soñar.

Gracias al activismo de un grupo de habitantes del barrio, liderado por Eva de Klerk, y el famoso manifiesto De stad-als-casco, o la Ciudad como casco, se logró un desarrollo urbano de “abajo hacia arriba”, en donde la comunidad local tiene la delantera de los constructores y el derecho al uso mixto y flexible del suelo.

Luego de tan sorprendente éxito, la ciudad de Berlín contrató a de Klerk para liderar el proyecto del Aeropuerto de Templehof, y que en 2015 los mismos ciudadanos votaron para convertirlo en un gran parque público. Así es: un aeropuerto convertido en un oasis verde para la ciudad, diseñado para todos.

En el verano pasado lo pude disfrutar; alquilé una bicicleta y me recorrí toda la gigantesca pista central tan lentamente como pude, con el sol de las 7 p.m. en la cara, para terminar con un picnic con amigos al frente de la antigua terminal. ¡Qué mágico es escaparnos del omnipresente monstruo urbano!

Volvamos a Ámsterdam: en la tarde fui al Museumplein, la plaza de los museos en el corazón de la ciudad. Accedes por un encantador túnel peatonal y ciclista que pasa justo debajo del Rijksmuseum, el Museo Nacional de Ámsterdam, hogar del gran legado de Rembrandt.

En esta gran esplanada conversan y convergen grandes instituciones museales globales. Aquí conviven el Museo Stedelijk de Arte Moderno, el Museo de Van Gogh, el nuevo museo MO-CO de arte callejero. Esta misma esplanada está coronada por la Concertgebouw, reconocida como una de las mejores salas de conciertos del mundo, que, por cierto, está ubicada justo al frente de esa obra que todo visitante a Ámsterdam registra con su cámara: las gigantes letras escalables que dicen “I AM STERDAM”.

Hay ciudades lineales que transforman a sus habitantes en mentes lineales. Ámsterdam es todo lo contrario: una ciudad circular que se despliega alrededor de sus espacios verdes y, recurso más importante, el agua. ¿Podrá eso explicar la personalidad liberal de sus ciudadanos, alto nivel de tolerancia y disposición a la experimentación vanguardista?

Yo solo sé que sus canales y lanchitas de madera, sus calles angostas y edificios ladeados por el agua, sus bicicletas amarradas a los puentes y los miles de ciclistas sin cascos, me hacen sentir cómodo y relajado, me regalan un sentir humano. Si algún día vienes, te recomiendo que concluyas tu día en el barrio De Pijp: que compres una botellita de vino y te relajes sobre uno de los canales; así tal cual cerré mi cumpleaños número 36.

¿Y tú cómo vas? ¿Es cierto que se reabre la discusión sobre el Aeropuerto Olaya Herrera de Medellín? ¿Qué tal transformarlo en un gran parque verde y azul?

 

 

 

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