Detrás de cada delicioso corte de res y cerdo de los Estados Unidos, hay una cadena productiva justa, eficiente y comprometida con el bienestar animal, las familias productoras, los comercializadores y sus fieles consumidores alrededor del mundo.
Si bien las carnes de res y de cerdo producidas en los Estados Unidos son fruto de altos criterios de eficiencia, calidad y sostenibilidad integral, también son las preferidas en más de 130 países por otros atributos como su sabor, textura, valor nutricional y buena relación costo-beneficio.
Estas características no riñen entre sí, por el contrario, otorgan más ventajas al consumidor, al planeta y a toda la cadena productiva que sustenta estas sabrosas fuentes de proteína y otros nutrientes indispensables para la vida diaria. Son evidencia a la mano que nos hace repensar lo que creemos saber o escuchamos sobre este alimento.
Está demostrado que las dietas con un balance en proteínas no tienen efectos negativos en la salud, como daño renal o pérdida de la masa ósea. Es más, ayuda a perder y mantener un peso saludable, ganar masa muscular a cambio de grasa.
Esto, combinado con otros hábitos saludables complementarios como la actividad física, ayuda a obtener mejores resultados en cada entrenamiento. Casi todos los nutrientes esenciales se encuentran en la carne (menos el magnesio), destacándose entre ellos proteínas, hierro, zinc y vitaminas del complejo B, brindando a cuerpo y mente el combustible necesario en cada etapa vital para que seamos siempre la versión más fuerte de nosotros mismos.
Más saludable y completo que la carne de res y cerdo, difícil de encontrar otro alimento.
Res y cerdo cada vez más “verdes”
El enorme y completo ecosistema productivo de la industria cárnica en los Estados Unidos, que involucra los 50 estados de la unión americana, está comprometido con el ejercicio de una ganadería sostenible desde mucho antes que esa palabra (“sostenible”) adquiriera su actual relevancia.
Esta actividad pecuaria optimizada es responsable de una proporción mínima de la generación que falsamente se le atribuye en gases de efecto invernadero (GEI). Al ser parte de un ciclo natural (el llamado ciclo del carbono biogénico, que del aire pasa a las plantas, de ahí a los animales que las comen y de éstos vuelve a la atmósfera).
Para fomentar prácticas agrícolas más ecológicas, las más de 60 mil granjas porcinas de los Estados Unidos vienen estableciendo alianzas con cultivadores de dichos granos (de los cuales el país norteamericano también es uno de los principales productores y exportadores del mundo) con el fin de que siembren y cosechen de una manera más sostenible.
Por eso crecen prácticas responsables con los suelos, el uso del agua y de fertilizantes naturales (proveídos por los mismos criadores) como los cultivos de cobertura, la labranza reducida, la preferencia por fuentes de energía renovable y la aplicación de estiércol depurado como repotenciador de suelos. Para estos dos últimos ítems, es común que granjas porcinas cuenten con biodigestores capaces de generar energía y fertilizantes seguros a partir de heces animales.
Los avances en tecnología, nutrición y genética de cerdos y bovinos en Estados Unidos han hecho que en las últimas décadas se requiera cada vez menos recursos para su levante.
Trazabilidad de los procesos
El resto de los eslabones de la cadena productiva cárnica en los Estados Unidos también está comprometido con la sostenibilidad, en cumplimiento de claras metas sectoriales definidas con expertos externos, académicos e investigadores desde 2014 (como el Plan Común de Auditorías en el sector porcino) y revisadas con mayor ambición en 2021.
Todo el proceso viene siendo auditado y certificado con el fin de lograr muy pronto, en 2030, dos objetivos vitales para la transparencia, sostenibilidad y seguridad integral del negocio pecuario y sus productos. El primero es bajar todavía más, hasta en un 40%, la emisión de gases de efecto invernadero de la porcicultura.
El segundo, que el 100% de la actividad pueda ser rastreable en todo momento, mediante herramientas de trazabilidad basadas en tecnología blockchain (cadenas de bloques), que impide la falsificación de información sobre el origen de insumos, de los cerdos y el modo en que fueron criados y procesados (bienestar y salud animal), así como del empaquetado y distribución del producto final a los comercios minoristas y la exportación mundial.
De esta manera, la experiencia acumulada de más de 150 años de producción eficiente de reses y cerdos en Estados Unidos es objeto de un esfuerzo continuo de mejoramiento destinado a que sus productos -estas carnes tiernas, sabrosas, nutritivas y seguras- sigan siendo la deseada consecuencia de un reconocido liderazgo mundial en sostenibilidad.
La dignidad del pequeño productor
Otro mito a rebatir sobre la carne de res y cerdo en Estados Unidos es el papel de grandes conglomerados en su producción. En la cría de bovinos, más del 90% de las granjas y ranchos son de propiedad familiar (algunas por seis generaciones), lo que conlleva un interés personal aún mayor en la sostenibilidad. El tamaño promedio de sus hatos es de 40 cabezas vacunas. Algo parecido sucede con las granjas porcinas del país, circunstancia que crea ambientes dignos para el trabajador rural, con una estabilidad que puede fácilmente superar los 20 años.
Carne congelada, también exquisita
Casi toda la carne de Estados Unidos llega al mundo gracias a que se congela para su transporte y distribución seguras, aunque también se exporta algo de carne sin congelar; ambas son de muy buena calidad comprobada. Si hace parte de una lista extensa de compras, es mejor tomar la carne congelada y ponerla al final en el carrito o la canasta, antes de pagar.
La carne congelada, contrario a lo que algunos piensan, no es carne de menor calidad (vieja, seca o barata). Es carne muy fresca, congelada con la más moderna tecnología para garantizar su inocuidad y preservar su calidad, lo que puede comprobarse al momento de disfrutarla en la mesa. Para descongelarla no hace falta microondas, ponerla bajo un chorro de agua o sumergirla en agua caliente. Basta pasarla del congelador al refrigerador un día antes de su cocción y consumo. Así mantendrá su suavidad y jugosidad.