“Carmina Burana”: ¡qué fortuna!

A propósito de la presentación reciente de Carmina Burana, en el Teatro Metropolitano, los pasados días 9 y 10 de mayo, Analucía Isaza, una de nuestras columnistas, escribe una reseña sobre esta obra que aún tiene a los espectadores hablando sobre ella.

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Nunca la había visto ni escuchado completa antes, aunque tarareo los primeros compases, las
voces inquietantes de ese estribillo inicial: “O Fortuna velut luna statu variabilis“.

No me había llamado la atención y eso que en esta ciudad se ha presentado mucho. Igual, soy
novata en música clásica. Y me llegó la boleta y fuimos. Antes, le dije a mi esposo que la
pusiéramos. Sacó el disco Carmina Burana, de Carl Orff, de la Enciclopedia Salvat de Grandes
compositores de la Música clásica.

Como la compró hace poco, de segunda, hay unos que no están destapados y este, lo ”descorchamos”. Me contó que de niño, Carmina Burana era una de las obras que le ponía su papá. Que la tenía grabada en un casete. Sacó la flauta dulce en un solo de ese instrumento y lo tocó. Él tiene el don de la música gracias a su papá.

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Cuando llegamos al Teatro Metropolitano ya venía emocionada porque era la segunda fecha de un
Sold out (9 y 10 de mayo), lleno total. Fue una fortuna que nos llegaran esas boletas. Desde el inicio fue impactante ver a tantos músicos en el escenario. Solo en voces, calculo que habían unos 200. Fue una coproducción de la Fundación Iberacademy, dirigida por Alejandro Posada y la Orquesta Sinfónica EAFIT, a propósito de los 65 años de esta universidad y los 25 de la agrupación.


Yo que tiendo a dormirme en conciertos de música clásica, mantuve la atención. Me deleité con
esas otras partes que no conocía, leyendo la profundidad de sus letras proyectada en español
en la parte de arriba del escenario. Escuché emocionada a los solistas, dos de ellos colombianos y me sentí avergonzada por no saber que teníamos compatriotas de país y de ciudad tan destacados en canto lírico. Pensé que eran extranjeros pero no, Sandra Caicedo y Juan José Lopera son artistas de estas tierras. Y estuvieron acompañados del Coro Nacional de Colombia, Ensamble vocal y otros coros de la ciudad, incluyendo un grupo de la iniciativa de Iberacádemy In crescendo que promueve el canto coral en niños y jóvenes de varios municipios de Antioquia.

Así que participaron cantantes de Buriticá, La Ceja, Santuario, Itagüí,Guarne, Copacabana, Marinilla, Guatapé, Envigado, Rionegro y Entrerríos. Escribiendo esto se me salen las lágrimas, así como se me salieron en el concierto al saberlo, porque si para uno a estas edades ver ese espectáculo en escena, qué significará para estos niños participar en un evento de esa magnitud.

Algo, sin duda, memorable y que marcará su vida no solo artística. Como aprendiz de música clásica ya he logrado ir entendiendo, mantener mis palmas quietas entre movimiento y movimiento, disfrutar de los cantantes que antes me parecían exagerados en sus técnicas. Ahora ya estoy en la etapa del disfrute y del querer saber más, conocer más.

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Y tener el privilegio de escuchar este montaje de Carmina Burana en Medellín es una bendición,
algo “extraño” que está pasando en una ciudad que hasta hacía poco le hacía el fo a este tipo
de música. Ahora, agradezco a la vida cambiante como la luna del Carmina Burana, coincidir
en este momento de Medellín musical, y ver a un Teatro Metropolitano lleno en dos fechas con más de 300 músicos en escena, niños de otros municipios incluidos. Vale la pena resaltar no solo la calidad musical sino la gestión que hay detrás de un montaje de esta naturaleza que une tantas iniciativas en función de la música. Estamos atendiendo a un momento único de la cultura de la ciudad y agradezco por estar ahí.

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