Por Iván D. Correa A, Ph.D
Profesor del Departamento de Geología, Universidad Eafit
Breves de La Tierra
Buscar culpables
La ira de Dios, ola mortal, naturaleza feroz, son entre muchos, tres títulos de prensa que parecen desviar la atención de las causas reales de la inmensa tragedia del 26 de diciembre. Michel Hermelín, del Departamento de Geología de la Universidad Eafit, en un artículo publicado en la Agenda del Mar 2005 nos cuenta: “La historia del planeta, aún mucho antes de la aparición del hombre, incluye una serie interminable de eventos catastróficos que modificaron profundamente sus paisajes y extinguieron numerosas especies tanto animales como vegetales (…) En muchos casos el hombre tiene que ver con su ocurrencia (deforestación, obras mal concebidas o construidas, etcétera.) o sus consecuencias (ocupación de áreas expuestas)”. Pensemos entonces: la naturaleza no se venga, ella sigue sus procesos; la raza humana sigue multiplicándose, destruyendo el medio ambiente, abusando de la tecnología, fomentando la desigualdad.
Difícil de entender
Una nota de prensa del 21 de enero nos contaba: “La ONU coordinará montaje de red de alerta de tsunamis en el océano Índico. El proyecto costará unos 30 millones de dólares. La Conferencia Internacional de Reducción de Desastres reunida en la ciudad japonesa de Kobe, concluyó con un apoyo unánime al establecimiento de ese sistema, que de haber existido el 26 de diciembre, hubiera salvado decenas de miles de vidas”.
El 26 de enero leíamos: “En promedio, en los últimos 18 meses, la guerra en Irak les cuesta a los contribuyentes estadounidenses 4 mil 700 millones de dólares por mes y la de Afganistán 800 millones”.
El 8 de enero encontramos: “Maremoto. Potencias buscan botín”.
Más allá de la solidaridad mundial con los afectados por la tragedia, hay una realidad menos emotiva: las potencias intentan aprovechar la catástrofe para aumentar su influencia en la región y para redefinir el ajedrez político mundial.
Día mundial de los humedales (2 de febrero)
Charcas, pantanos, lagunas, manglares, ciénagas, entre otros, forman los humedales. De ellos depende en gran medida la disponibilidad futura del agua en Colombia. Andrés Hurtado García en su columna publicada en El Tiempo el 1º de febrero nos dice: “A la naturaleza la atacamos como si fuera una rata de alcantarilla. He visto así secarse muchos ríos. Años, añísimos ha, conocí ríos hermosos, robustos, gordos, llenos de agua y luego los he visto enflaquecer, menguar, secarse, morirse de sed, porque se han talado los bosques y montañas y potrerizado las márgenes. No me canso de repetir que el potrero es el principio del desierto”.