Ramiro Isaza*
La Orquesta Filarmónica de Medellín, con dirección de Francisco Rettig, presenta en 4 conciertos en noviembre las Nueve sinfonías de Beethoven. Es una oportunidad única que tiene el público para deleitarse con estas obras de uno de los mayores compositores de todas las épocas.
Beethoven nació en Bonn, Alemania, en 1770. Su infancia estuvo marcada por la pobreza, por un padre tiránico alcohólico y por una madre enferma y ausente. Creció huraño, introvertido y descuidado.
A los 22 años se trasladó a Viena, Austria, capital musical del Este de Europa donde había muchas más oportunidades para un joven músico principiante.
Aunque Viena era el asiento de una monarquía reaccionaria, Beethoven pudo empaparse de las ideas de la Ilustración que ya se ventilaban a finales del siglo y que luego desembocaron en la Revolución Francesa y la promulgación de los Derechos del Hombre.
Beethoven fue desde entonces la encarnación de los nuevos valores que allí se consignaron: sobresalir por su propio esfuerzo; ser considerado por su talento y no por la posición social en la que había nacido; ser tratado en igualdad y libertad para expresar todo su talento creador.
Incursionó en la Sinfonía, una forma musical para orquesta sinfónica, sin solistas y sin voces, una estructura que estaba en boga desde mediados del siglo 18 y que había desarrollado unas normas precisas de composición. Para el año 1800 ya constaba de 4 movimientos.
La obra de Beethoven se ha dividido en 3 períodos:
El primero llamado Clásico (1792 a 1803)
En el cual aprende y domina el legado de Mozart y de Haydn.
Sinfonía Nº1 (1800). Fue criticada como “una caricatura de Haydn llevada hasta el absurdo” y Sinfonía Nº2 (1802) en la cual remplazó el tradicional Minué por un Scherzo, más ligero, más alegre, excentricidad que llamó la atención a los críticos.
Para 1800 comenzó a sentir los primeros síntomas de la sordera, que lo atormentaba tanto que le hizo considerar la posibilidad del suicidio. Escribió “lo único que me retuvo fue mi arte”. Estaba convencido de que tenía una misión en la vida, que era un enviado de las musas para producir su obra para la posteridad; que su vida no le pertenecía a él sino a la humanidad y con un tesón y una fortaleza interior, supo que podía y debía enfrentarse al Destino, en una lucha que sólo concluiría con su muerte.
El segundo llamado Romántico (1803 a 1816)
En 1802 escribió: “Hasta ahora no estoy satisfecho de mis obras, a partir de este momento quiero emprender un nuevo camino”.
Hasta este momento de la historia de la música, la técnica era lo más importante, la capacidad de escribir de acuerdo con unas normas vigentes.
En adelante, Beethoven no quiso componer algo con una estructura perfecta, como los clásicos, sino que se interesó en la expresión de sus sentimientos, lo que su alma sentía, los estados anímicos, sus alegrías y penas. Así dio vía libre a un nuevo estilo que rompió con la tradición, imprimió a sus obras una carga emocional que el público y la crítica no estaban acostumbrados a escuchar.
Sinfonía Nº3 Op.55 Heroica (1803), marcó el punto de inflexión, tanto en longitud y complejidad como en expresividad y profundidad.
Expresó sus ideas de libertad, de grandeza, de superación personal.
Es un canto al hombre, al héroe anónimo y universal.
La crítica la recibió como “aburridísima, interminable, seca, pesada, interminable y deshilvanada”.
Sinfonía Nº4 (1806), una isla entre las 3ª y 5ª.
Sinfonía Nº5 (1806-1808) Tiene un fenomenal desarrollo a partir de un simple tema de cuatro notas, que es la decidida respuesta de un hombre condenado por la enfermedad a la soledad y al aislamiento; que reacciona con indomable orgullo y férrea voluntad en pos de la victoria sobre su propia condición.
Sinfonía Nº6 Pastoral (1808)
Beethoven temía que su música fuera demasiado literal en la descripción de la naturaleza y volverse trivial.
Escribió: “Más expresión de sentimientos que pintura del natural”.
No todo era gloria y fama para Beethoven, sus obras arrebataban, pero eran incomprendidas. El público estaba acostumbrado a buscar las formas perfectas de la forma sinfonía clásica en 4 movimientos, ahora aparecían 5 que no se adaptaban a lo establecido.
Sinfonía Nº7 (1811-1812) Wagner la llamó “la apoteosis de la danza” pues cada uno de los movimientos tiene un ritmo obsesivo.
Weber dijo que “Beethoven estaba listo para entrar al manicomio”.
La Sinfonía Nº8 (1812) es la más alegre, más despreocupada, totalmente desprovista de las emociones sombrías de su vida.
El tercer período (1816-1827)
Beethoven ya estaba completamente sordo, enfermo y aislado del mundo exterior.
Su música es de carácter intimista, intensamente expresiva, reconcentrada, difícil y muy moderna para su tiempo.
La Sinfonía Nº9 Coral marcó otro hito en la historia musical pues en el cuatro movimiento incluye coros y solistas que cantan apartes de la Oda a la Alegría, de Schiller. La selección de los versos está de acuerdo con principios morales: El poder de la alegría para unir a los hombres y a su origen con lo divino.
Es su sueño de la fraternidad universal.
Beethoven murió de cirrosis en 1827, en Viena, pero su enorme legado está vivo entre nosotros.
* Profesor de historia de la música. Presentador de la Tertulia Filarmónica y de las charlas para los conciertos de la Orquesta Filarmónica de Medellín.