La muestra “Beatriz González. La expresión gráfica. 1966-2022”, que presenta la galería La Balsa Arte, es la oportunidad para tener una visión sintética del trabajo creativo de quien es, según pienso, la más importante artista colombiana de las últimas décadas. Se revelan allí, precisamente, sus búsquedas y hallazgos, la profundidad de sus transformaciones y la apertura permanente de sus ideas.
Seleccionada por ella misma, esta retrospectiva permite aproximarse de manera directa de las fuentes de sus imágenes que se encuentran en las fotos de revistas y periódicos, que nos invaden y abruman de forma permanente, pero que muchas veces acaban pasando inadvertidas para la mayoría de nosotros, a veces indiferentes por su insignificancia, pero, sobre todo, porque estamos anestesiados frente a tanta violencia y dolor.
En cambio, Beatriz González, siempre atenta y crítica, recoge esas fotografías, las archiva y las analiza porque su mirada le permite descubrir en ellas los momentos más intensos o significativos de la vida de sus protagonistas, unas veces muy conocidos y otras totalmente anónimos.
Aunque a lo largo de su vida ha utilizado muchos tipos de técnicas, esta exposición presenta trabajos en serigrafía porque, como indica su título, se trata aquí de plantear las posibilidades expresivas de los procesos gráficos. Al convertirla en serigrafía, en colores planos y contrastantes, de bordes imprecisos, la vieja imagen del periódico le permite aprovechar su imperfecta definición para reforzar el sentido que ha descubierto en su análisis. Pero también la imagen del periódico ha cambiado y la perfección actual posibilita generar serigrafías que se vinculan con la exactitud del dibujo.
De todas maneras, no se trata nunca de un simple juego formal; Beatriz González no crea y cambia su obra para que sea más bella o más brillante, por ejemplo. Cree que la experiencia estética está indisolublemente ligada a la carga conceptual, porque el arte es siempre una manera de plantear y de defender lo que se piensa acerca de la realidad.
El contexto contemporáneo del arte, atravesado por la idea de la creatividad, ha llegado a plantear como una verdad casi indiscutible que el trabajo de un artista auténtico es siempre un proceso de investigación, de renovación y de cambio. Pero no todos los artistas mantienen su fuerza creativa. Cuando, desde el punto de vista de los historiadores del arte, se revisa las obras del presente y del pasado, intentando mantener una mirada objetiva, se descubre que una gran mayoría de los artistas despliega en unas primeras etapas una gran energía creadora que luego, casi irremediablemente, se va mitigando por la convicción sincera de que se ha alcanzado un nivel creativo y formal que se debe conservar y desarrollar. Quizá sigan produciendo obras de gran calidad, pero la chispa que iluminó sus primeras revelaciones brilla entonces en una longitud de onda diferente.
Sin embargo, también aparecen artistas excepcionales, como Beatriz González, que no solo mantienen, sino que incrementan siempre su potencial creativo; artistas que nunca se limitan a recrear su obra, sino que permanecen abiertos a los llamados de la realidad. En efecto, si sus trabajos juveniles lograban generar serias reflexiones sobre la idiosincrasia y las manifestaciones culturales nacionales, en obras muchas veces cargadas de juegos de ideas, de humor y de ironía, desde hace cinco décadas Beatriz González da paso a la sátira política y a la denuncia y profundiza cada vez más en las injusticias, las violencias y las tragedias del país para hacer patentes los crímenes infames de los victimarios y el dolor y grandeza de las víctimas.
A través de una obra cada vez más intensa y significativa, arriesgada y comprometida con la defensa de los más altos valores de humanidad, Beatriz González se constituye en un referente ético clave de nuestro país.
Por todo ello, Beatriz González es una de las figuras centrales, no sólo del arte, sino de la historia toda de Colombia.