Banasta, Mediaciones, Arte y Cultura celebra un aniversario marcado por la activación de procesos. La historia está contada en un libro que es más que un anecdotario.
Diez años, uno tras otro, reflejados en un libro en el que se habla de modos de hacer y de pensar. Se habla de lo propio y de los otros. Clara Mónica Zapata y Armando Montoya lideran un proyecto con mucha fibra: Banasta, Mediaciones, Arte y Cultura, que es como un gran río con muchos meandros.
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Sí, nacieron hace diez años y, es tanto lo realizado hasta ahora, que parecieran muchos más. Hay un grupo de fundadores provenientes de distintas disciplinas. Cada uno de ellos nutrió, ayudó a aterrizar un sueño que, en abstracto, parecía un imposible, sin embargo, poco a poco se fue llenando de contenido. La nave es manejada por Clara Mónica y Armando, cada uno tan distinto y, al mismo tiempo, tan igual. Una pareja de esas que sabe trabajar unida, con los ojos puestos en el horizonte. Ella es Magíster en Gestión, Cooperación Cultural y Políticas Culturales; él, Maestro en Artes Plásticas, líder en líneas de investigación en artes. Se definen como un colectivo de gestión cultural para la creación de ideas, diseño de estrategias culturales y proyectos artísticos de diversos contextos.
En este libro titulado Intersecciones, arte contemporáneo en Medellín y la gestión como mediación ofrecen una mirada panorámica de una labor sin tregua. Editado de manera cuidadosa por Tragaluz Editores y acompañado de fotografías, presenta en cinco capítulos una historia bien condensada. A las reflexiones sobre el hacer curatorial y sobre la gestión cultural y el desarrollo, se suman una serie de textos de hondo calado sobre los artistas y las exposiciones realizadas, que se acompañan con una línea de tiempo. Se presentan, también, los hitos de lo que ha sido esa gestión en la que hay iniciativas propias y acompañamiento a entidades locales, nacionales e internacionales.
Los textos dan cuenta del interés que ha tenido Banasta en la promoción del arte contemporáneo. De manera serena y minuciosa indagan sobre los sentidos de la obra. Algunos de ellos actualizados para esta publicación, todos hicieron parte de los catálogos que acompañaron las exposiciones realizadas en el Complex de Llanogrande, donde tenían una acogedora galería en la que se originaron animadas conversaciones. Son análisis puntuales que nacen de muchas preguntas y que permiten acercarse a la propuesta plástica de una manera profunda. Armando Montoya visita los talleres de los artistas, conversa con ellos, reflexiona sobre sus conexiones con la historia del arte o con realidades económicas y políticas que inspiraron el proceso creativo. Lo que es también la posibilidad de encontrarse con una particular escena desde una discusión estética. Y más allá de los textos, queda la acción curatorial en la que se evidencia el deseo de difundir y de formar públicos y coleccionistas que valoren el arte como patrimonio.
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Ellos son gestores que hacen empresa con un fin muy claro, promover la cultura. Su apuesta es grande, la gestión es delicada, es como una filigrana. Requiere una gran pasión adobada con sensibilidad, intuición, convicción, profesionalismo, conocimiento del entorno y del contexto, rigor, documentación; se precisan sólidas herramientas de planificación, cuidadosa logística y liderazgo. Al formular las preguntas necesarias para dinamizar procesos, Clara Mónica y Armando procuran que las cosas sucedan.
El libro ofrece un diagnóstico de lo que es en su esencia la gestión y la práctica artística y curatorial, por tanto, no habla de una experiencia singular, habla de situaciones y problemáticas que tocan con la sociedad, con nuestra sociedad. Es un documento de necesaria lectura para quienes se interesan por la actividad plástica y para quienes desean aprender sobre asuntos relacionados con la dirección de proyectos, una labor que requiere especialización. Clara Mónica señala que en Banasta hay un vínculo muy fuerte en el hacer profesional con la academia y la investigación, buscando no solo acertar en las propuestas metodológicas y en los resultados sino aportar a una mejor comprensión de la gestión cultural como campo disciplinar.
¿Y, a todas estas, qué significa banasta?
Pues, se dice al inicio de este volumen, recordando la descripción de Francis Ponge, ensayista y poeta francés, que es esa “… simple cajita enrejada, destinada al transporte de esos frutos que, al menor sofoco, a buen seguro, se alteran. Dispuesta de manera que, al término de su utilización, pueda romperse sin esfuerzo, no sirve dos veces. Dura así menos todavía que los comestibles acuosos o nubosos que ella encierra…”. Y, así como los objetos que guarda esa banasta, son las materias con las que trabajan Clara Mónica y Armando. Nada más sensible que la cultura, sin embargo, nada más fuerte que ella para jalonar procesos de desarrollo y para animar la vida y darle nuevos sentidos.
Un pensamiento nuevo
“Podríamos concluir diciendo que vemos, oímos, sentimos y gestionamos las cosas que nos interesan, porque cuando se cruzan logran encajar en nuestras mentes y, de esta manera, configurar un pensamiento nuevo. Las reflexiones propuestas al lector advierten los cruces de un pensamiento dialogado entre artistas y curadores, gestores y comunidades beneficiadas; así se consolidó Intersección, arte contemporáneo en Medellín y la gestión como mediación”.
Armando Montoya, artista, curador
Sello de identidad
“Desde el principio, en nuestra corporación, la intervención creativa ha estado asociada a una interpretación de la mediación y de las metodologías creativas desde el concepto de lo autoral, con lo que se busca poner un sello de identidad en los términos y resultados que se sustente en la investigación de campo, la interacción con las comunidades, actores e interlocutores de base, y en la integración de la inter y la transdisciplinariedad como las herramientas del desarrollo de las actividades”.
Clara Mónica Zapata, gestora cultural