La inclusión educativa en Medellín ya no es una aspiración lejana. Hoy, niños y jóvenes con condiciones como dislexia, TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad), autismo o trastornos del comportamiento, entre otros, forman parte activa del sistema escolar del distrito, amparados por políticas públicas que buscan garantizarles el acceso a una educación justa, diversa y adaptada a sus necesidades.
Sin embargo, persiste una pregunta esencial: ¿qué tan preparada está la ciudad para garantizarles una enseñanza significativa y respetuosa de sus particularidades?
Desde la Secretaría de Educación de Medellín se lideran diversas estrategias para favorecer la permanencia y el aprendizaje de esta población. A través de su Unidad de Atención Integral (UAI) se promueve la capacitación a docentes, se orienta a los colegios sobre ajustes curriculares razonables y se verifica el correcto uso de categorías como trastornos del aprendizaje o del comportamiento en el SIMAT (Sistema de Matrícula Estudiantil).

No obstante, en la práctica muchos docentes carecen de herramientas reales para trabajar con niños neurodivergentes. Así lo señala Natalia María Morales Castaño, directora de la Fundación Potencialízate, quien trabaja directamente con maestros y familias. “La ley dice que se deben hacer ajustes, pero los docentes no saben cómo. La mayoría actúa desde lo empírico, y lo más grave: los niños terminan desescolarizados o mal evaluados, porque se les mide desde la comparación”, explica. Morales insiste en que una verdadera inclusión parte de valorar las fortalezas del estudiante, no sus limitaciones.
Desde la academia, también se advierte la urgencia de implementar nuevas estrategias. Marisol Zuluaga Marín, psicóloga y coordinadora del posgrado en Neurodesarrollo y Aprendizaje de la Universidad CES, seña: “Quienes más necesitan saber sobre neurodiversidad son los docentes y las familias, quienes acompañan al niño en su día a día”, asegura.
Desde su experiencia, aunque las instituciones educativas han mostrado mayor apertura, el camino aún es largo. Según ella, “esto se compagina con el hecho de que hoy hay más ingreso de esta población a los espacios de educación formal, lo que hace que en un salón de clase promedio, haya un porcentaje importante de niños con neurodiversidad. Y allí, preguntarse cómo acompañarlos no es una opción, es una realidad que debe ser atendida”.
Aunque todavía falta por hacer, el impulso de políticas públicas y el reconocimiento creciente de la neurodiversidad han motivado a las instituciones a abrirse al cambio y adaptar sus modelos educativos.
¿Y la educación inclusiva en El Poblado?
Según datos de Marisol Zuluaga Marín, la comuna 14 cuenta con más de 25 instituciones educativas, entre públicas y privadas. La mayoría de ellas han apostado por la inclusión a través de estrategias como capacitación docente, implementación de políticas orientadas a la sensibilización y acompañamiento a la comunidad educativa, así como la creación de talleres de formación, charlas y apoyo a padres para poner el tema sobre la mesa y promover una educación más equitativa.