Augusto Posada, un congresista polifacético

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La primera vez que Augusto Posada aspiró al Congreso (en un vano intento por resucitar UHN en el 98), se quemó con 18 mil votos, pero con 8 mil votos menos resultó electo por el Partido de la U en 2006. Entre campaña y campaña, fue miembro del cuerpo diplomático de Colombia ante la OEA, en Washington, donde hizo una maestría en administración pública; tuvo un bar en La 10, una microempresa de jabones, y trabajó como subdirector de regalías en Planeación Nacional.

 
     
 
Sus primeros quince días los pasó en una incubadora en Pereira. los únicos que ha estado casi quieto, pues se reconoce hiperactivo. Dos meses después llegó a Medellín, con sus padres, claro, ambos antioqueños. Con los días, “mi mamá no sabía qué hacer conmigo y la solución que encontró fue meterme a clases de todo”: de pintura y de cuanto deporte había para que el inquieto Augustico quemara energías y se mantuviera ocupado. “Finalmente me quedé en polo acuático, fui Selección Antioquia y campeón juvenil en el 85”. Hasta el momento, nada en su familia y aficiones hacía predecir que su futuro estaría en la política y el Congreso de la República.

Entre piscinas, pinceles y negocios


Todavía adolescente, la vida lo devolvió a Pereira donde a falta de equipo de polo aprendió a nadar mariposa. En ese estilo fue subcampeón nacional y, posteriormente, campeón estatal en Massachusetts, donde terminó el bachillerato. Su alto rendimiento le permitió estar en unos preolímpicos en Canadá, “pero sufrí una dislocación del hombro de la forma más pendeja y hasta ahí llegó la carrera”. Pensaría uno que empezó entonces el tiempo de la política, pero tampoco porque desde niño estaba el arte. “En tanto que nadaba también pintaba”, de manera que allí, en el Broo-kline High School, donde estudiaba, nadaba, recibía clases de mecánica y pintaba con jóvenes de todo el mundo, ganó un concurso de artes plásticas. Muy pronto llegó el ofrecimiento de una beca para estudiar arte en Nueva York, pero se asustó de solo imaginarse como pintor bohemio en la Capital del Mundo. “Este muchacho estaba como para otras cosas”, afirma hoy con satisfacción, y regresó a Medellín para estudiar Negocios Internacionales, en Eafit. “Quería hacer algo que no me alejara de ese mundo de interacción cultural, algo que no me encerrara. Ingresé a la organización estudiantil con el ánimo de conocer amigos, de organizar la fiesta, los juegos múltiples, que láncese de presidente de comité de la carrera de negocios internacionales, luego láncese a ser representante estudiantil y me fue bien, láncese al CMJ, a la Cámara y hoy soy congresista. Ese fue el inicio de mi carrera política”.

El precio de la inmadurez
Su primera experiencia trascendental como líder estudiantil ocurrió durante el proceso 8 mil, cuando con jóvenes de varias universidades de la ciudad fundaron un grupo que hizo nombre: Universitarios Haciendo Nación. “Queríamos hacernos sentir y romper la apatía de los estudiantes en el qué hacer de la nación. Hicimos marchas por la paz, muchas cosas muy bonitas hasta que el grupo desencadenó en lo que tenía que desencadenar: con esa convocatoria tan amplia que teníamos unos decidieron meterse en política y otros decidimos no hacerlo. Se presentaron discusiones internas, pujas por poder y protagonismo muy grandes y eso destruyó a UHN, eso es lo que pasa con cualquier movimiento ciudadano cuando no tiene un buen fundamento ideológico y la madurez suficiente”. De ahí que hoy sea un férreo defensor de los partidos políticos.

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La frustración del CMJ
En el 95, después de una corta campaña adelantada en Eafit, fue elegido al primer Consejo Municipal de la Juventud, por la comuna de El Poblado, y fue su primer Presidente. “Fue un trabajo bonito pero muy limitante. Éramos muchachos que llegamos con gran entusiasmo a trabajar, queríamos hacer puentes, calles y mejorar la vida de los colegios pero la realidad es que el país ni estaba ni está preparado, ni existía ni existe la voluntad de que los jóvenes participen en la construcción de nuestra sociedad”. Por eso renunció. Sin embargo, la frustración no fue en vano pues dio pie a que hoy, 14 años después de esa experiencia, trabaje en un proyecto de reestructuración y reforma de la Ley de la Juventud y tenga como reto abrir el camino a la participación de los jóvenes en la política.

 
 
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