La curadora, crítica de arte y museóloga intervendrá la casa fundacional del Colegio La Enseñanza para volverla un espacio para la cultura
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“Me di un regalo: siempre he pensado que el trabajo del curador de arte está en relación con en el espacio”, dice Lucrecia Piedrahita. Este regalo fue estudiar Arquitectura, carrera que está a punto de terminar en la Universidad Pontificia Bolivariana. Lucrecia se ha dedicado a la curaduría de arte, en muestras como Madame B, proyecto de la Universidad Eafit y la Universidad Nacional, el Homenaje a John Cage y la muestra La Memoria decapitada, entre las principales, así como a proyectos editoriales y museológicos.En el momento, Lucrecia además da clase de Teoría e historia de la arquitectura contemporánea en la facultad donde estudia y está comenzando su práctica profesional con el arquitecto Felipe Mesa en M+Group, y paralelamente diseñará, junto al arquitecto Luis Callejas, la transformación de la casa fundacional del Colegio La Enseñanza (del que egresó) en un laboratorio de arte, cultura y ciencia abierto para toda la ciudad. Este sería su primer proyecto.
El Consejo de Cultura de El Poblado, en los premios de San Lorenzo de Aná, le otorgó el 30 de noviembre pasado un reconocimiento en la categoría Gestor Cultural. Ahora su enfoque está en desarrollar ese “interés latente” por la arquitectura que ha tenido a través de los años. El pasado junio estuvo en una pasantía en Barcelona, en el workshop internacional de Arquitectura y Paisaje de RCR Arquitectes, donde pudo intervenir junto a sus compañeros los huertos y el campus del monasterio Vallbona, un espacio cisterciense del siglo XII ubicado entre España y Francia.
“Me interesa la arquitectura de pequeño y mediano formato, porque en esta el arquitecto puede tener mayor control de todas las constituyentes”, explicó. Lucrecia, que también tiene estudios de posgrado en periodismo urbano y política, declaró que se ve haciendo propuestas de vivienda social para población desplazada o en situación de vulnerabilidad, con la idea de que esta sea digna. “En conclusión, es entender que la arquitectura es la piel de la ciudad, y que mi trabajo es que esté en concordancia con mis motores estéticos”, concluyó Lucrecia.