Entre las montañas de El Retiro hay una casa con ventanas grandes que permiten la entrada del sol. Desde adentro, es posible mirar la naturaleza que la rodea, y afuera, permite disfrutar el tiempo en medio de un jardín, sentir cómo se siente vivir feliz en Oriente.
Se llama Casa Jana y su autor es Rodrigo Toledo, arquitecto y profesor en la Universidad Pontificia Bolivariana. Una conversación con él se convierte en la posibilidad de entender la esencia de un oficio que ha cambiado la vida de la gente a través de la historia.
Su mirada es más profunda y detenida que la de muchas personas: observa la naturaleza, el clima, los hábitos de quienes van a estar en un lugar, la calle o el ambiente cercano, las posibilidades, los errores para evitar. “La buena arquitectura promueve la integración con el ambiente y las personas, es la cultura vuelta un objeto habitable. Por eso, un arquitecto se convierte en un traductor de la realidad”, explica.
“No todo lo que se construye es arquitectura. La buena arquitectura debe trascender lo funcional para cualificar la vida de las personas y las comunidades”.
Para él, diseñar un edificio no obedece a una fórmula o a una moda. Se trata de una oportunidad para crear un lugar donde la gente se sienta bien. “La calidad de la vivienda determina la calidad de una ciudad”, dice.
En ciudades como Medellín, en las que los espacios para construir ya son escasos y donde hay que tener en cuenta normas variadas e índices de construcción, considera fundamental conservar esa mirada crítica de las tendencias y necesidades.
Por eso, quien llegue a él, encuentra una mirada sincera, propuestas rigurosas y una invitación a dejar el miedo y “habitar con generosidad”. También invita a unir lo público con lo privado.
En el caso de Oriente, una región de Antioquia “donde todavía hay mucha tierra”, cree que es importante pensar en viviendas que respondan a las condiciones del clima, se integren en armonía con la naturaleza y garanticen esa palabra que el arquitecto Rogelio Salmona mencionó: dignidad.
“Cada encargo recibido para diseñar un espacio se convierte en una oportunidad para reflexionar y encontrar una posibilidad interesante”, agrega.
En un mundo que se mueve con velocidad y suele olvidar la esencia de las personas entre lo masivo y la rentabilidad como prioridad, escuchar voces como la suya, permite pensar en otras soluciones, en la belleza, en razones que van más allá de lo evidente, de los estatus; y nos recuerdan la fuerza de la sensatez a la hora de pensar en los espacios donde vamos a vivir.