Apasionados por Medellín

Nada más placentero, delicioso y enriquecedor que declararse al servicio  de los demás. Es una especie de embriaguez que inyecta placer y envicia. La experiencia de cuidar y ser cuidado a través del trabajo voluntario nos sirve como buen entrenamiento de responsabilidad social, porque vale la pena seguir repitiendo que los ciudadanos somos los verdaderos protagonistas de la vida política y moral de nuestra ciudad.

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Desde la Subsecretaría de Ciudadanía Cultural  se viene animando la consolidación de la red de voluntarios, bajo el nombre Apasionados por Medellín, para seguir reforzando la convicción de que no es la violencia lo que nos caracteriza, sino más bien la solidaridad, la generosidad, la empatía.

No deja de ser muy conmovedor que la Antropología acepte que el primer hecho que nos identifica como seres humanos, como humanidad, está comprobado por el hallazgo de un hueso fracturado y sanado. Y la razón es sencilla y potente:  alguien se quedó a cuidar; en las difíciles condiciones de vida del hombre prehistórico. Cuando todas las manos eran necesarias para buscar el alimento, alguien se quedó a cuidar al herido. La bondad es una clara expresión de inteligencia y más que nacer humanos, nos vamos haciendo humanos. Ya va siendo hora, entonces, de no caer en la simpleza y comodidad de limitarse solo a los buenos deseos, porque con eso no basta: lo único visible, útil y necesario es el comportamiento, la acción, la intervención para mejorar.

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Apasionados por Medellin nos permite sacar el cuidado de los espacios privados, muy especialmente femeninos, para volverlo público porque, como recuerda Adela Cortina, allí también es urgente intervenir desde la ternura y la compasión.

Todos sin distinción podemos y debemos ser voluntarios; es una actitud que se forma en la familia y en el vecindario para reconfortarnos, acompañarnos y demostrar que no estamos solos. Esa disponibilidad genuina y desinteresada está en las manos, mente y corazón de cada uno y por eso hay que permitir que aflore. Unos tienen dinero para ofrecer, otros tenemos tiempo, talentos, habilidades, algún conocimiento. Se trata entonces  de entregar lo mejor de sí y por supuesto, también saber recibir y pedir cuando sea necesario. Reconocernos frágiles, vulnerables,  incompletos e imperfectos nos llena de humanidad, mantiene bajo control a la estúpida arrogancia y así confirmamos que nos necesitamos para ser más sabios, justos, útiles y fuertes.

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Medellin es una ciudad repleta de colectivos potentes y silenciosos que hacen posibles verdaderos milagros de supervivencia y convivencia, y que son la mejor inspiración para que cada vez más personas nos vinculemos y fortalezcamos la sabia unidad y el bien común.

La clave está en participar y no simplemente sentarse, en actitud mendicante, a que sean otros los que actúen.

No sobra advertir que el voluntariado natural y espontáneo puede tener riesgos, porque por hacer bonito podemos hacer feo. Por ejemplo, suponer que sabemos qué necesita el otro. En ese caso lo mejor es afinar la escucha, dar la voz para controlar los supuestos, los prejuicios enraizados, los egos enaltecidos. Un buen voluntario sabe que los héroes bulliciosos corren el peligro de maltratar, así sea de manera inconsciente.

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El voluntariado es un oficio de paz que hace posible tejer relaciones permanentes y duraderas, base primordial de la confianza para fortalecer nuestro sentido de comunidad.

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