Nuestra portada y algunas de las notas de esta edición anuncian una celebración: ya viene la edición 67 de la Feria de las Flores, una fiesta de Antioquia, un homenaje a las tradiciones, a la naturaleza y a la gente que cree en ellas. Al mismo tiempo, y mientras nos alistamos para un tiempo de celebraciones, no podemos dejar de pensar en aquello no tan festivo que existe y sigue en el paisaje, como una amenaza y posibilidad.
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Aquí, en este último punto, nos referimos específicamente a las inundaciones que han sucedido en varios pueblos de Antioquia. En el caso específico de Oriente podemos mencionar varios ejemplos, entre ellos, lo sucedido con el río Pantanillo y la quebrada La Agudelo, en el Retiro; hay más historias en otros lugares.
De acuerdo con el Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Antioquia (Dagran), en lo que va de este año ya hay más de 270 emergencias causadas por la lluvia y más de 4 mil familias damnificadas. Esto sucede por fenómenos climáticos como La Niña y cambios en las temporadas de lluvias y en el clima de la tierra. Ante una realidad que llegó y no tiene camino de regreso, las soluciones van en la vía de la prevención y el adelanto.
Sobre esto, hablamos con la gente de Presentes (antes conocida como Antioquia Presente), una organización social que desde hace casi cuatro décadas llega a los lugares de Antioquia y de Colombia donde el dolor y la destrucción han tocado a las personas con fuerza.
“Vivimos en un mundo dinámico, expuesto a múltiples amenazas naturales y antrópicas. A menudo, nuestra respuesta se limita a la reacción ante la emergencia, descuidando la crucial fase de prevención. Es hora de dar un paso adelante y construir una cultura de prevención, donde la proactividad sea el eje central para la gestión del riesgo de desastres”.
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Anticiparse a lo que podría pasar es un punto importante para tener otros resultados, explican. “La prevención no sólo mitiga los impactos devastadores de los desastres, sino que también promueve el desarrollo sostenible. Invertir en medidas preventivas como la educación en gestión del riesgo, la infraestructura resiliente y la planificación urbana adecuada, genera ahorros a largo plazo y protege vidas, bienes y ecosistemas”.
La experiencia de tantos años a la hora de abordar una tragedia les da autoridad para sugerir que se trata de una responsabilidad de muchos. O mejor, de todos.
“Fomentar una cultura de prevención implica un compromiso colectivo. Gobiernos, comunidades, empresas e instituciones educativas deben trabajar en conjunto para identificar, evaluar y mitigar riesgos de manera integral. La comunicación efectiva, la participación ciudadana y el intercambio de conocimientos son pilares fundamentales en este proceso”.
Mientras nos alistamos para celebrar, no podemos olvidar otras realidades y lo que nos corresponde hacer. Aún estamos a tiempo.