Un año totalmente diferente, dramático en muchos casos, trágico en otros, cambiante, atípico, pero, sobre todo, un año de muchos aprendizajes y de muchas lecciones de vida.
Estamos seguros de que no seremos los mismos que éramos en 2019. Seremos mejores. Es más, desde ahora estamos asistiendo a grandes transformaciones que nos cambiarán la manera de vivir y de ver el mundo, e incluso de vernos como humanidad.
Estas festividades navideñas son tiempo para la reflexión, para quedarnos en casa, en familia, para pensar más en el otro, para acercarnos más, para practicar más la empatía con quien más lo necesita.
En este 2020 nos dimos cuenta de qui enes estaban a nuestro lado, y lo necesario que es dar todo el afecto para que cada uno de nosotros, en cada uno de nuestros hogares, pueda sentirse querido y respetado. Y es por ello que también es momento de agradecer a quienes estuvieron a nuestro lado, a quienes nos acompañaron en los tiempos buenos y en los difíciles, a quienes nos extendieron su mano para no claudicar.
El COVID-19 llegó, y aún no se ha ido, pero nos está dejando grandes reflexiones y enseñanzas.
Desde su aparición ha golpeado de manera desmedida a las personas mayores, quienes han sido las principales víctimas de este virus, que se instaló en la cotidianidad y que esperamos vencer en el 2021.
Nuestros padres, madres o abuelos han tenido que soportar un aislamiento mayor, un profundo temor. Son ellos quienes han fallecido solos en un hospital, sin la compañía de un ser querido, pero al igual muchos han tenido que salir a la calle a conseguir su sustento, e incluso el de sus familias, arriesgando la vida.
Este es un momento para que nos pongamos la mano en el corazón, y hagamos el compromiso de proteger, querer y cuidar a nuestros viejos. En esta sociedad donde el paso del tiempo es sinónimo de desprecio, es momento de pensarnos de otra manera. Ninguno de nosotros escapará del inevitable paso de los años.
En 2020, nos dimos cuenta de que podíamos vivir con menos, al tiempo que
fueron evidentes las brechas sociales, que, pese a estar ahí hace tanto
tiempo, nos negábamos a verlas y a entenderlas. Incluso a considerar que
también está en nuestras manos ayudar a superarlas.
Estoy seguro de que en el 2021 vamos a recuperar no solo los abrazos con
nuestra familia, amigos y con nuestros mayores: también será el año de la
esperanza, del optimismo, de la reactivación económica y emocional.
Las transformaciones a las que hoy asistimos tanto en lo laboral, lo intelectual, lo científico y el medio ambiente, así como en nuestras relaciones sociales y afectivas, marcarán nuestro devenir futuro, y seguro que será para hacernos la vida más fácil, para cerrar las brechas de pobreza y mirarnos cara a cara como seres iguales en derechos y diferentes en pensamientos y culturas.
Con la esperanza en el futuro y la convicción en el presente, hoy tenemos que decir que el 2020 ha sido un tiempo que la vida nos ha dado para pensar y mirarnos de otra forma; que es más importante un abrazo que un billete en el bolsillo, que cuidar a nuestros mayores es una tarea que no podemos olvidar, que la guerra no tiene cabida, que el orgullo y la vanidad son insignificantes ante un enemigo invisible que puede llegar sigilosamente y acabar con nuestras guerras y con nosotros mismos.
Es por ello que mi deseo es que la esperanza de forjar entre todos y todas un mejor futuro sea el motor que nos conduzca en los próximos años. Que nos acerque a la humildad y a la empatía por el otro que nos necesita. Que la solidaridad sea la virtud que todo ser humano alardee, porque solo así podemos caminar rumbo a un mundo mejor y más armonioso entre nosotros y con nuestro planeta.
Por: Luis Bernardo Vélez Montoya – Presidente Concejo de Medellín