En la historia, el arte se despliega en contextos significativos de múltiples referencias y potencialidades. Así, por ejemplo, puede recorrerse toda la historia del arte a partir de los vínculos entre la creación artística y el espacio. Es un problema que se puede analizar desde la más remota antigüedad, pero que ha ganado un impulso especial en el marco contemporáneo, con variables que abarcan concepciones tan diferentes que van desde la ilusión espacial de la perspectiva hasta la invasión del paisaje natural por parte del llamado arte de la tierra, sin olvidar que el espacio es parte esencial de la arquitectura.
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A lo largo de su trabajo, Angélica Teuta (Medellín, 1985) estudia el espacio a partir de problemas como la luz, el tiempo, las atmósferas, los sonidos, la fantasía, la ficción o los materiales, pero no como un asunto formal o de aislamiento individual, sino como un medio a través del cual se hace posible la comunidad, que es siempre una experiencia. Y cuando el espacio es el marco de una experiencia se transforma en un ambiente; entonces, ya no es algo exterior que ocupamos con ansia de consumo, sino una realidad interior que se expande, que vivimos y que nos permite vivir.
No resulta, pues, inesperado que Angélica Teuta presente ahora una intensa reflexión acerca de la vida de la Madre Tierra, coherente con la convicción de que es una responsabilidad de todos la protección del medio ambiente, en una clave al mismo tiempo ecológica, estética, espiritual y política, es decir, intensamente romántica, en el sentido más profundo de la palabra y en las más diversas direcciones.
Ópera naturalis: Ríos voladores que presenta en Policroma, galería de arte contemporáneo, plantea, expresamente, el reconocimiento de que ese espacio ambiente que es la naturaleza ha sido siempre su núcleo primario de interés. La muestra está acompañada de una “carta abierta” que la artista dirige a su obra Bosque para espacio interior, de 2009, en la Colección del Banco de la República. La carta es una revisión íntima del desarrollo de su proceso poético y artístico a lo largo de estos años, pero, al mismo tiempo, una reafirmación de fidelidad a los principios e ideas que sostienen su trabajo.
Ópera naturalis: Ríos voladores profundiza en los mecanismos internos que garantizan la vida en la Madre Tierra. Gigantescos ríos o corrientes de arena que se levantan del Sahara, cargados de nutrientes que son los seres muertos, depositados en el fondo de antiguos mares desaparecidos, que vienen ahora a traer vida a la Selva Amazónica. Ríos de aguas infinitas que se levantan de la selva para ir a bañar regiones lejanas. Procesos simbióticos y sincrónicos que nos permiten existir y que, sin embargo, estamos destruyendo.
La reflexión ecológica de Angélica Teuta se hace real a través de una “ópera plástica” de carácter colectivo y fondo musical. Toda la muestra funciona como una gran instalación cuyos elementos conservan cierta autonomía. Se destacan cuatro grandes dibujos circulares que plantean distintos momentos del ciclo natural. En todos ellos trabajan ocho artistas dibujantes, cada uno de los cuales aporta lo mejor de su especialidad: tintas, marcadores, lápices de color, grafito, acuarela, dibujo, mientras que Angélica Teuta actúa como directora de orquesta para lograr la coherencia del proceso.
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Es interesante notar, por una parte, que el formato circular elimina el racionalismo de la perspectiva renacentista y que la obra se convierte en la reunión de múltiples miradas; y, por otra parte, que se trabaja de los detalles hacia el fondo, de la misma manera que la vegetación selvática nos obliga a intentar observar de lo más pequeño a lo más grande. Un trabajo que no puede ser individual, este de pensar la naturaleza. Pero tampoco puede serlo el de su protección que nos involucra a todos en una ópera naturalis.