Mientras habla, viene una frase de Canciones para el incendio, un cuento de Juan Gabriel Vásquez: “En realidad no es una historia, sino varias; o una historia con varios comienzos”.
El 15 de agosto del 2023, Andrés Quintero entró a una bodega en llamas, en el barrio Caribe. Después de escuchar el sonido de la sirena y subirse al carro de bomberos, llegó hasta ahí con un compañero. Mientras toca la cicatriz de la palma de su mano, recuerda que “la radiación era tan fuerte” que sentía su cuerpo comprimirse debajo del traje grueso e ignífugo. El aire olía a ácidos y metales, y se escuchaba un crujido constante que anunciaba la destrucción.
Sin embargo, cuando su compañero le gritó “me estoy quemando”, esto fue más fuerte que cualquier cosa. Andrés Quintero corrió para sacarlo de ahí. Minutos después, el lugar colapsó, y entendió que tenía las manos quemadas, también la espalda. Al regreso, solo lamentaba no haber podido quedarse hasta el final. Así fue la primera vez que se quemó el cuerpo, en 18 años; tardó un mes en volver.
“Atendimos más de 110 incendios forestales en este año. Aunque no juzgamos la causa, definitivamente hay que prevenir”.
De niño, se emocionaba cuando miraba el fuego o veía a los bomberos pasar cerca de su casa. Luego, se convirtió en soldado y en un enfermero de combate que cambió de camino después de ver más de mil heridos en un solo lugar.
Llegó a Bomberos Envigado en el momento oportuno. Estaban en entrevistas y pasó todas las pruebas. En un día de los seis años que estuvo ahí y fue profesor de cursos para atender emergencias, lo vió un subcomandante que lo invitó a ser parte de Bomberos Medellín. Han pasado casi 12 años desde entonces.
Mientras habla, toca un traje amarillo que huele a incendio de bosque y campo. Aunque el 2024 apenas lleva dos meses, cuenta que él y sus compañeros ya han atendido más de 110 incendios forestales. “Es duro ver animales calcinados o cachorros que han perdido a su mamá en el fuego”. A él y a sus compañeros les duele ver la destrucción de los bosques por quemas ilegales de árboles, quemas de desechos, aumento de las temperaturas del clima o la piromanía. Una vez regresan y revisan lo sucedido para aprender, trabajan para no llevarse la tristeza en el cuerpo. Y seguir.
Además de incendios, Andrés Quintero recuerda que los bomberos están en todo lugar donde hay un riesgo para las personas, los animales, los objetos o el ambiente. La variedad de sus trajes habla de los llamados que pueden tener en un día: tal vez sea un choque en la calle, una persona que está a punto de lanzarse de un edificio, un accidente en el río o un panal de abejas que está en el lugar equivocado. En realidad no es una historia sino varias y en ellas hay un elemento común: “Cada segundo cuenta”.
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Los siete elementos
Después de ver muchas situaciones y trabajar junto a otras personas en situaciones de emergencia, Andrés Quintero cree que un buen bombero tiene siete elementos: la humildad de entender al otro y de ayudar más que juzgar, la vocación de servicio, la actitud y aptitud, la capacidad de manejar las emociones, el profesionalismo y el deseo de aprender.
Cuando reciben un aviso de la línea de emergencias 123, él y sus compañeros sienten “alegría” de poder ayudar. Llegamos para servir en un momento difícil: alguien está a punto de perder a una persona, su empresa o casa. Puede ser que alguien tenga dolor o mucho miedo. Por eso, cuando la gente nos reclama porque sienten que llegamos tarde o a veces nos dice “ya pa´ qué”, sentimos que también pueden ayudar. Cuando hay un incidente, muchas personas graban con sus celulares y lo publican en redes. Y pasa que nadie llama ni se ocupa de la situación y hacerlo va primero”.
Con satisfacción cuenta que 13 mujeres hacen parte de bomberos Medellín. Y lo menciona porque algunos “creen que aquí solo hay hombres”. Sobre ellas dice que “son comprometidas, valientes y profesionales”.
También dice que le gustaría saber que hay una revisión más rigurosa al Plan de Ordenamiento Territorial (POT) que establece los usos de la tierra y la composición de los barrios: “a veces nos llaman de un lugar que resulta ser otra cosa. Por ejemplo, afuera dice almacén, y al entrar vemos que se trata de un depósito de sustancias químicas”.
Después de ver tantos incendios e historias de destrucción, quisiera que las personas aprendan a estar preparadas para una emergencia, a través de los cursos ofrecidos por el Dagrd. Aunque ya reconoce la emoción de la sirena que recuerda su vocación, se siente mejor cuando sabe que el trabajo en equipo detuvo un daño que no tendría solución.