En 2013 Medellín sufrió un octubre trágico. Primero cayó Space por problemas constructivos y siguió la evacuación de otras copropiedades que no solo develaron problemas en estructura, sino éticos.
Para Andrea Echeverry ese octubre trágico de hace seis años aún no se acaba. Así como muchos recuerdan qué estaban haciendo el 11 de septiembre de 2001, casi todos tienen en sus recuerdos en qué andaban el 12 de octubre de 2013.
Ese día acababa de llegar de la calle y estaba preparando la cena cuando sintió como si su edificio se levantara. Siguieron un estruendo y un golpe de pequeñas piedras a la ventana, como si se tratara de granizo. ¡Se cayó Space!, fue lo que dijo en medio del desespero, antes de salir de su apartamento con su esposo. Ya todo el sector estaba sin energía. Pero para Andrea, su esposo y otro centenar de familias, la oscuridad se hizo más profunda: se vieron obligados a dejar sus apartamentos en Continental Towers dos semanas después del colapso de Space, los dos edificios construidos por la firma CDO.
“Nosotros no somos tan visibles como Space, estamos cargando con un muerto; ese edificio se va a caer en cualquier momento y las aseguradoras nos dejaron tirados, así como la Alcaldía y los bancos”, protesta Andrea, quien además señala que cada tanto, cuando le preguntan por los problemas de su apartamento, se revuelven todos los sentimientos de lo que ha sido cargar con un muerto de 19 pisos.
Los últimos seis años de Andrea se pueden resumir en dos palabras: persistencia y trasteo, pues ha vivido en seis lugares diferentes. “Son seis propiedades, ¿pero en cuántas hemos tenido vida? En ninguna”, se responde. Aún tienen cosas empacadas en cajas, mientras otros vecinos aún viven en las casas de familiares.
Y seis años de persistencia porque aún siguen los alegatos judiciales, los reclamos administrativos, las luchas con los bancos por un crédito de un bien inhabitable y los recuerdos que aún le encharcan los ojos. “Lo más duro fue borrar de mis contactos a don Sergio”, un vecino que antes de morir les dijo que estaba enfermo de cuenta de ese CDO.
Ahora viven por fuera de la ciudad, “ sin tener que pasar por ese maldito problema”, donde hay más espacio para sus perritos. Lamentan que no han encontrado terapia, que la suya ha sido como la del acero: “aguantando tiestazos”.
Por: Daniel Palacio Tamayo / [email protected]