La comunidad a la que le “enseñaron” que solo tiene valor el ciudadano que va en carro y que le construyeron un barrio en esa escala, hoy tiene la oportunidad de vivir otro modelo: la equidad desde el andén. ¿Lo sabremos cuidar?
Andenes amplios, más altos que la vía (entonces protegidos de los conductores que creen que todo espacio es parqueadero), estables y uniformes, con jardineras, con zonas diferenciadas para el comercio… Provenza le está entregando a El Poblado un nuevo modelo de espacio público. Otra forma de caminar.
Lo mismo ocurre en las transversales y en los sectores de la ciudad donde la Alcaldía invirtió, solo en andenes y durante estos tres años y medio, $98.000 millones para ampliar el espacio público. En obras de mantenimiento añadió $917 millones.
Ni la extensión de la calle, ni la prolongación de los predios privados, mucho menos el lugar para dejar el carro mientras el conductor “no se demora”: en los andenes nos encontramos y nos identificamos como vecinos, se borran las jerarquías -somos dueños, usuarios y garantes, al mismo tiempo- y caminamos: vital para las ciudades.
Es justo reconocer la decisión de la Alcaldía de abrir pista para los caminantes. En las transversales, uno de los frentes de obra, la inversión fue de 5.070 millones de pesos.
Las transversales sumaron 11.400 metros cuadrados de andenes. Y sí que le costó a la movilidad vehicular esperar la finalización de las obras. La avenida Las Vegas añadió 7.650 metros cuadrados, mientras la calle 10 está por los 4.300. Valió la pena: en total, la Alcaldía le está entregando a El Poblado un área de 42.953 metros para caminar.
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En el balance se incluyen los andenes de las obras de Valorización. Y no hay que darlos por obvios: en El Poblado alguna vez predominó la postura que señalaba que solo se necesitaban vías para los carros porque quienes se movilizaban a pie eran ciudadanos de menor valor.
Por fortuna los funcionarios y las mentalidades cambian y es justo hoy reconocer la decisión de la Alcaldía de abrir pista para los caminantes. Así, tiene más presentación su propuesta de que guardemos el carro para viajar a pie dentro del barrio.
Pero ahora que terminan las obras, aparecen nuevos retos. Uno, darles andenes a las lomas, la 10A -que parece un lote de estacionamientos- o la avenida El Poblado, entre las calles 14 y 25. Y otro, de igual magnitud: proteger la esencia del espacio público.
Perderá todo sentido la inversión pública millonaria si el provecho de los nuevos espacios tiene dividendos particulares. Por supuesto, hay que considerar que esta ciudad ha venido desahogando sus carencias de empleo en la informalidad y el rebusque del sustento ha encontrado sede en los andenes. Al mismo tiempo, el comercio formal ha pedido competencia en condiciones de equidad y hay negocios que pagan para sacar su mobiliario al espacio de todos.
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Ya hicimos los andenes. Ahora se vienen los retos de la extensión de las obras y de la preservación del interés general en una ciudad plagada de matices.