Ana María Brito, una historia femenina

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En Vivir en El Poblado continuamos con el propósito de dar a conocer los nuevos artistas de Medellín.

El mundo de las artes aparece cada vez más complejo y diversificado, al tiempo que, desde muchas perspectivas, se le reconoce una posición más significativa y de influencia en el contexto social y cultural. En el curso de las últimas décadas casi todo ha cambiado en el arte, tanto que resulta imposible explicar esos fenómenos desde el interior de los solos procesos artísticos, como una simple evolución que hubiera ido modificando la historia anterior. De hecho, si bien el arte no se reduce a ser un espejo de la realidad, es claro que en su campo resuenan los profundos cambios socio culturales que se han producido.

Carlos Arturo Fernández
Por: Carlos Arturo Fernández

Una de esas revoluciones definitivas tiene que ver con el protagonismo de las mujeres y con el predominio de asuntos feministas en el arte contemporáneo. Es algo casi increíble porque, hace apenas 50 años, estas eran realidades marginales que apenas atraían la atención de unos cuantos críticos e historiadores perspicaces y especialmente sensibles. En efecto, hasta hace muy poco, la historia del arte fue totalmente machista, en la cual se reconocían casi exclusivamente las obras producidas por artistas varones, una posición que, aunque hoy nos resulte inaceptable, durante muchos siglos se convirtió, además, en criterio de valoración estética que la mayor parte de los críticos utilizaba de manera automática. Todavía en los años 80 del siglo pasado las artistas reconocidas eran una minoría absoluta, mirada por la crítica con una actitud condescendiente, es decir, desde un punto de vista discriminatorio, como si fuera inexplicable la consolidación de una mujer artista y, sobre todo, como si fueran incomprensibles los planteamientos poéticos de las mujeres que se apartaban de los de sus colegas masculinos.

La situación es ahora muy diferente. Aunque se trata de algo difícil de comprobar de manera precisa, se afirma que, a nivel mundial, las mujeres predominan actualmente en las escuelas de formación artística, en el campo de la producción y exposición de obra de arte, lo mismo que en los de la crítica y de la gestión cultural. Por lo demás, se puede decir que el arte contemporáneo es hoy fundamentalmente femenino, independiente del género o de la identidad sexual de quienes lo produzcan. Con mucha frecuencia las estéticas feministas deciden que, frente al machismo tanto tiempo dominante, deben comprometerse con una actitud beligerante. Otras veces, como en el caso de Ana María Brito, convencidas de que lo fundamental es la reivindicación de las propias vivencias, se dedican sencillamente a presentar su perspectiva de la sociedad y de la historia y logran así una “feminización” de la cultura; de esa manera, revelan una dimensión fundamental de todos nosotros.

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Ana María Brito (Medellín, 1994, Instagram: @ana_solamente), egresada de la Fundación Universitaria Bellas Artes, de Medellín, y quien está presente en todo lo dicho hasta aquí, crea arte a partir de la convicción de que, para constituirnos como seres humanos, es necesario recuperar la memoria y el tiempo a través de la sensibilidad. Y lo hace utilizando los más variados procesos artísticos.

En la obra Lunaje, palabra en la que une el sentido y el valor simbólico de luna y de linaje, Ana María Brito, de familia costeña y guajira, busca entender el universo matriarcal que es el origen de su femenino. La pintura le permite aproximarse a ese universo de matronas apretujadas que la explican, y captar su belleza. Y cita reveladoras palabras de Milán Kundera: “nada puede ser más bello que la certeza de que algo sí sucedió”.

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