¿Estamos expuestos a que un cambio de mandatario implique el fenómeno de tierra arrasada? ¿Cuál es el punto ganador desde la perspectiva de gestión pública?
Reflexión para las transiciones diciembre-enero de cada cuatro años.
El Instituto Mi Río, los Proyectos Urbanos Integrales, los parques educativos, el Cinturón Verde Metropolitano, el puente de la 4 sur… cuánta expectativa generaron, cuántos recursos demandaron, cuántas soluciones anunciaron. ¿Y qué hay de ellos? Fueron ambiciosos y apostaron por largos plazos, pero en la transición de poder quedaron enterrados, minimizados o desvirtuados.
Como Parques del Río: Aníbal Gaviria lo dejó en obra y en proceso de contratación; su sucesor Federico Gutiérrez construyó solo el compromiso legal, sin vía para los demás tramos, y Daniel Quintero ratifica que no hay recursos para continuar y que buscará cómo sacarlo adelante. Presentado en origen como un hito en desarrollo metropolitano, arriesga quedar en retazos.
Aníbal Gaviria dejó Parques del Río en obra y en proceso de contratación; Federico Gutiérrez construyó solo el compromiso legal, y Daniel Quintero ratifica que hoy no hay recursos para continuar.
¿Debe un alcalde o un gobernador planear solo para sus cuatro años? ¿Los proyectos de corto impacto sostienen un territorio? ¿Debe tomar los planes de sus antecesores sin aplicación del criterio propio, del análisis de nuevas prioridades, ni la atención a la realidad presupuestal? ¿Un mandatario puede o debe imponer agendas a futuro? Hay que contar además con que, la ciudad no lo quiera, entren en juego egos personales.
Sobre el fenómeno, Piedad Patricia Restrepo, directora del programa Medellín Cómo Vamos, cuestiona que la planeación es un proceso complejo y carente de la importancia requerida en participación ciudadana y en apropiación de los grupos de interés: “el POT después de cinco años sigue con tareas pendientes de implementación”.
Alejandro Echeverri, director de Urbam – Eafit, señala que debe haber equilibrio entre la identidad de cada mandatario y la continuidad de los planes. “Y es clave que los proyectos ambiciosos sean estructurados con flexibilidad, que permitan revisiones, ajustes y ejecuciones por módulos” en las siguientes etapas.
“Hay que ser responsables con la financiación de proyectos no solo para el despegue sino para la continuidad, en una ciudad de ingresos limitados”, añade Restrepo, mientras Echeverri valora que Medellín ha sabido sostener apuestas como Ruta N, Explora o el Jardín Botánico. “En comparación con otras ciudades, hay continuidad, sin decir que el modelo esté libre de críticas”.
Cada cuatro años la ciudad afronta la posibilidad del fenómeno de la tierra arrasada. No es la continuidad por la continuidad, sino la búsqueda de eficiencia, eficacia, racionalidad y, al final, mejoramiento de la calidad de vida de la población. Ese proceso demanda no solo apertura del gobernante sino ciudadanía crítica, veedora, garante y doliente de lo público.