Los ingentes esfuerzos por enfocar la malla curricular de colegios y universidades con el desarrollo de habilidades STEM (el acrónimo en inglés para Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) están minimizando la importancia de la formación en humanidades y, por lo tanto, sacrificando el componente de la educación que, precisamente, nos hace más competentes frente a las máquinas.
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Hay una presión de las empresas por asegurar que en casi todos los programas garanticen la capacidad de los estudiantes de programar y desempeñar funciones vinculadas a la analítica de datos, entre otras. Los colegios, por su parte, se enfocan en promover decididamente, en sus alumnos, el desarrollo de aptitudes relacionadas con la tecnología y entregar a la educación universitaria estudiantes con conocimientos y habilidades relacionadas con la tecnología, obviando en ocasiones que estas son fácilmente superadas por desarrollos tecnológicos o aplicaciones que entregan resultados con mayor velocidad y calidad.
Dejando de lado las humanidades, estamos alejándonos de lo que nos diferencia en gran medida de las máquinas, y acercando a varias generaciones de actuales y futuros profesionales a un terreno donde las capacidades del ser humano frente a la máquina fueron ya ampliamente superadas.
Este planteamiento no insinúa siquiera que no debamos inculcar nuevas tecnologías en los procesos educativos, ni mucho menos dejar de lado las competencias que exige el mercado laboral, pero sí evidencia una crítica constructiva al modelo hacia el cual está dirigiéndose la educación. Los nuevos profesionales están emprendiendo una carrera perdida frente a la tecnología, que evoluciona a altísimas velocidades y les exigirá una mayor adaptación. Por otra parte, competencias como el pensamiento crítico, el liderazgo, la estrategia, la comunicación asertiva y la capacidad de comprensión se están desdibujando y que, justamente, son las que deberían estarse potenciando en tanto no son sustituibles.
Solo en Estados Unidos el número de profesionales de carreras ligadas a la ciencia, tecnología, matemática e ingeniería ha aumentado en un 43 % desde el año 2009; mientras que el de las humanidades ha caído entre un 16 % y 30 %, y en pregrados como Historia, puede llegar a un 45 % como en el caso de España. La formación en humanidades nos permite desarrollar pensamiento crítico sobre lo que ocurre en el mundo y, si bien la ciencia es la disciplina que nos enseña cómo y por qué desarrollar ciertos productos, son justamente las humanidades las que nos dan línea sobre qué construir y su razón de ser.
Si buscamos que la educación forme personas capaces de desarrollar productos y servicios que impacten positivamente en la calidad de vida de las personas, se necesita una guía ética para lograrlo y ésta solo se puede incentivar desde las humanidades y las ciencias sociales. Persiguiendo la paridad o una ecuación más equitativa entre tecnología y humanidades estamos garantizando un futuro donde el pensamiento humano seguirá manteniendo la preeminencia frente a las máquinas y a la tecnología. Al menos por ahora.