Por Laura Montoya Carvajal
A un clic, la plataforma Airbnb ofrece a personas de todo el mundo consultar habitaciones, casas y apartamentos para rentar en un amplio rango de precios. Son, según su página web, “un mercado comunitario basado en la confianza” y tienen presencia en 34.000 ciudades de 191 países.
Los anfitriones pueden ser personas del común, que solo deben dar a Airbnb un 3% de la reserva para aprovechar sus espacios personales como lugares de renta.
Según escribió el mes pasado en su columna de opinión de Semana Juan Carlos Mesa, en Medellín hay 1.677 apartamentos o habitaciones inscritas para renta en Airbnb, cifra que el columnista consultó a un grupo de analistas de datos de Berlín. En El Poblado, según el sitio web Airdna.co, está el apartamento más reservado de Medellín, un dúplex con valor de $200.000 la noche. Este mismo portal asegura en su extracción de datos que en el último mes ha habido 2.067 rentas a través de Airbnb en la ciudad.
Este modelo de negocio, igual al de Uber, Bitcoin e incluso algunas aerolíneas de bajo costo, es “imparable” y muestra “grandes expectativas de éxito”, según describe Jorge Pulecio, consultor y profesor de Economía en la Universidad Nacional, sede Bogotá.
“La economía colaborativa se nutre de la aplicación de nuevas tecnologías y de la necesidad de reducir costos para la eficiencia”, describe el experto. Aclara que al no requerir intermediarios, los costos de transacción se reducen tanto que se vuelven altamente competitivos.
Pulecio asegura que la economía colaborativa, expresada en este tipo de plataformas, tiene varios problemas innegables. Esta tecnología, expresa, está logrando evadir normas nacionales e internacionales que aplican impuestos al sector de hotelería y turismo, lo que la hace aun más rentable. También, en su concepto, reduce la generación de empleo con la que cuenta el hotel tradicional.
“Esto hace que se asemeje a una informalidad. Los que están prestando los servicios pagando impuestos pierden clientes y oportunidades por un medio informal que los desplaza”, recalca el profesor.
Para Luis Guillermo Orjuela, director de la corporación Zona Rosa, la falta de control legal que tienen estas plataformas puede acarrear serias consecuencias en El Poblado.
“Como no hay una normatividad clara ni recursos efectivos por parte de las autoridades de turismo para estas páginas, se abre una ventana muy peligrosa para la parahotelería y el turismo sexual dentro de sitios residenciales, algo por lo que hoy lamentablemente es reconocido Medellín. Los residentes expresan su preocupación porque sus unidades se están convirtiendo casi que en prostíbulos encubiertos por los apartamentos que se arriendan en esta aplicación”, explica el director.
Orjuela reconoce que esta es una “herramienta interesante para quien quiere tener una alternativa distinta de sus propiedades”, pero pide regulación a lo que llama una “competencia asimétrica” entre hoteles y Airbnb. “Está afectando a los hoteles de forma drástica. Para montar un hotel se necesita una inversión multimillonaria y generar empleo, en cambio una persona que alquila un apartamento no. Estas aplicaciones atentan directamente al gremio hotelero y menoscaban su capacidad”.
El profesor Pulecio también afirma que una de las desventajas de este modelo es que, debido a la eliminación de costos e intermediarios, el consumidor puede verse desprotegido por el prestador de su servicio.
El experto analiza: “Este sistema está creciendo mucho más aceleradamente que la economía formal de turismo y economía”. Por esto advierte que, aunque esta tecnología está en proceso de consolidación, es responsabilidad de los estados y entes internacionales (como la Organización Mundial de Turismo) innovar y regular adecuadamente este negocio, de forma que pague impuestos y dé garantías al consumidor.
También, completa, las grandes cadenas de turismo tienen ese reto: “Tendrán que bajar costos, y reducir el margen de intermediación recurriendo a las nuevas tecnologías”. En su opinión, posteriormente se configurarán “nichos de mercados especiales”, donde cada oferente, sea hotel, hostal o anfitrión de Airbnb tendrá sus propios clientes.