¡Adoptado!
Por Saúl Álvarez Lara
Medellín, visto desde los balcones, ventanas y miradores de la institución educativa Luis Carlos Galán Sarmiento, en la comuna Centro Oriental, es otra cosa. Sus luces no titilan, como se dijo en otros tiempos. Desde las alturas donde se encuentra la Institución, la ciudad se ve amplia y generosa. A pesar de la imagen, el hervidero de amores y desamores, de odios y contradicciones, de sonidos urbanos, está ahí, al alcance de la mirada. Desde el colegio Luis Carlos Galán Sarmiento la imaginación sugiere una ciudad rebosante de historias.
Llegamos a la cita poco antes de las cuatro de la tarde, la hora convenida. Cuando salimos de allí, tres horas después, ya era de noche. Mientras bajábamos por la calle empinada y aun más estrecha por el tráfico denso de la hora pico, caí en la cuenta de lo sucedido durante esas tres horas, de la Institución en las alturas que me había adoptado y del encuentro que difícilmente iba a olvidar. Entonces, mientras intentaba hacer memoria de los hechos, recordé algo dicho como una idea entre lecturas, representaciones, preguntas y sorpresas con los estudiantes, profesores y directivas del Colegio: “…intentaré, dije, hacer de todos los presentes los personajes de la historia que resultará de este encuentro…”. Cuando Róbinson, fotógrafo y autor de las imágenes que acompañan esta historia, se quedó en el parque de Boston y con mi hija María Antonia me sumergí en los vericuetos del tráfico nocturno del centro de la ciudad, lo dicho como una idea se convertía en una necesidad para ser contada…
Imagino así los antecedentes del encuentro. La notificación a la Institución llegó la semana anterior al día señalado: “… El programa ‘Adopta un autor’ de la Séptima Fiesta del Libro y la Cultura invita a la institución educativa Luis Carlos Galán Sarmiento a recibir en sus instalaciones el viernes veinte de septiembre a las cuatro de la tarde al escritor…” Y en el mismo párrafo el nombre de quien sería el visitante. A continuación, en la carta oficial, los pormenores e indicaciones del Programa. El resto quedaba a cargo de las directivas.
Saúl Álvarez Lara y el rector Carlos Oliveros
De inmediato el rector Carlos Olivares acudió a los docentes encargados de las áreas artísticas. La institución educativa Luis Carlos Galán Sarmiento hace énfasis especial en las artes escénicas, plásticas, danza, literatura y teatro. Y entonces comenzó la aventura de conocer al visitante en las fotografías que encontraron ligadas a sus textos y, más importante, en sus cuentos y novelas. Entraron en las historias con la curiosidad de quien entra en una casa con cuartos en galería alrededor de un patio o a lo largo de un corredor desconocido: “Recuentos”, “El sótano del cielo”, “¡Otra vez!”, “La silla del otro”. “La Marginalia”, el blog, fue fuente de información actualizada. Profesores y estudiantes leyeron y discutieron los textos, se apropiaron de las situaciones; escribieron poemas, hicieron retratos y dibujos de los personajes y del escritor.
Estudiantes del I.E. Luis Carlos Galán
Entonces, me digo ahora, aparece la posibilidad de una narración con más de cien personajes que representan, en un recinto de actos, una historia en la cual cada uno tiene su papel asignado. Actuarán, bailarán, cantarán, leerán en voz alta; harán preguntas y obsequiarán al personaje, que en ese momento ya estaría adoptado, los dibujos realizados. Todos participan. Ensayan durante una semana intensa. La puesta en escena del encuentro debe ser la representación de una historia como las que ya conocen, con final inesperado o sin final.
El día señalado recibirían al personaje como si lo conocieran de toda la vida y él lo notaría por los dibujos y escritos en los carteles pegados a lo largo de los muros de la entrada. El personaje debe sentir, desde el primer momento, que se encuentra en un lugar de esos que ya ha visitado en sus ficciones; los personajes y quienes los imaginan regresan a los lugares de sus historias. Sin embargo, no se trata del repaso de las narraciones conocidas, se trata del inicio de una nueva historia construida a más de doscientas manos que, sucede con frecuencia, da lugar a nuevas historias y no tiene final. Comenzará así:
“…A las cuatro de la tarde, sin sospechar que sería inolvidable, el hombre llegó al lugar donde todos lo esperábamos…”
Profesor Carlos Arturo Lopera