Juan Diego Mejía presenta “Adiós, pero conmigo”, en Fiesta del Libro

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Caminar junto a él, por el Jardín Botánico habla un poco sobre su camino variado, y también diverso. Mientras nos dirigimos a un lugar tranquilo para conversar sobre “Adiós, pero conmigo”, Juan Diego Mejía se detiene varias veces, bajo la lluvia. Varias personas vienen a saludar; a todos responde con unas palabras, con una sonrisa o esa calma perceptible suya. Juan Diego Mejía es uno de los escritores que conoce mejor la literatura colombiana. No sólo a través de las lecturas, sino también, por medio de los autores, a quienes conoce de cerca, con quienes trabaja, a veces.

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Ha sido Secretario de Cultura de Medellín, director de la Fiesta del Libro y asesor en temas culturales. Desde hace unos años dirige el Taller de Escritura para Escritores, en la Biblioteca Pública Piloto. Antes de su recorrido amplio, por el sector cultural, realizó otros oficios. Cuando estudiaba Matemáticas decidió parar para entender otros temas de la vida, para iniciar otros caminos: fue soldador, maestro de escuela, panadero, entrenador de fútbol y machetero en las fincas de banano donde antes estuvo la United Fruit Company. Estos oficios le han permitido tener una mirada amplia sobre las personas, sus temperamentos. Hablar con él es, también, entender otras vidas y paisajes.

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Entre sus libros publicados están Rumor de muerte (1982), Sobrevivientes (1985), A
cierto lado de la sangre
(1991), El cine era mejor que la vida (1997), Camila
Todoslosfuegos
(2001), El dedo índice de Mao (2003), Era lunes cuando cayó del cielo (2008) y Soñamos que vendrían por el mar (2016). A estos títulos se suma “Adiós, pero conmigo”, su novela más reciente y que presentará, hoy, a las 6 y 30 de la tarde en el Salón Humboldt, en el Jardín Botánico.

¿De qué trata este libro?

Inicialmente digo que es la historia de unos muchachos, estudiantes de Matemáticas de la Universidad Nacional, en los años Ochenta. Cuando me preguntan más, digo que también es una historia de un grupo de muchachos que fue atravesado por una historia de suicidios, y una marca de despedidas. Cuando mencionan despedidas, queda más definido el libro. En él, uno se despide de la juventud, de los amigos, los amores, de la vida. Era una necesidad de encontrar una especie de mantra que a mi me ayudara a soportar esas despedidas. Aquí recuerdo a Murakami, un escritor que es trotador y novelista. El tiene un mantra para unas carreras de 100 kilómetros. El dice que escribir una novela es como una maratón y uno necesita un mantra que calme, que ayude a atravesar todo. Y el mantra puede ser ese título de Neruda que encontré hace muchos años: “Adiós, pero conmigo”.

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Este libro tiene un inicio impactante y cinematográfico. ¿Cómo lo escogió?

Ahí se habla por primera vez de Evariste Galois, un joven que al morir tenía la misma edad de los protagonistas. También era matemático; este era brillante y muy destacado. A él lo invisibiliza la academia de la época. A él le toca una época muy dura, cuando cae Napoléon y vuelven los Borbones. Era muy inocente, pasó casi toda su vida en un internado y su papá se suicidó. No tuvo amigos ni vida social. Y cuando salió, quiso protestar contra la monarquía y cayó en una trampa que lo pusieron con una mujer, con la que creía que tenía oportunidad. A él lo retan a un duelo. Sabe que cuando a uno lo retan a duelo, está de por medio el honor y también tiene miedo de morir. La noche anterior reconstruye toda la Teoría de Galois, donde estaba alojado. Va al duelo, le disparan. El es un matemático, no es un asesino y le disparan. Yo pensé que si hacía una viñeta para unir el mundo de Galois con el de los muchachos, podría salir algo interesante.

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¿De dónde salió la inspiración para construir estos personajes? ¿Es tal vez, una suma de las personas que ha conocido?

Es una suma extraña; es como si uno hiciera un collage: le pongo la cabeza de esta persona, la nariz de este. Le pongo el pensamiento del uno. Es una especie de Frankestein. También ocurren milagros. Por ejemplo no sabía cómo hablaba Sole (una de las protagonistas) y quería que fuera una mujer como las que he admirado toda la vida: determinadas, saben para donde van, todo lo resuelven, a diferencia de mis amigos y yo que no sabíamos casi nada. Quería que esa mujer tuviera la belleza de una que recuerdo y era la novia de un amigo. Hay una mujer que conozco y habla de una forma intimidante, que saluda, por ejemplo “Hola, guapo”. En una mujer que ha trabajado conmigo y a través de ella encontré la forma en que habla Sole.

¿Qué pasó con el resto de los personajes, a la hora de imaginarlos y definirlos?

Hablemos de Raquel que me interesa mucho. Era una belleza de mujer que estudió conmigo y que le encantaba a todos los primíparos. Ella sabía que era bonita; la íbamos a ver nadar. Todos teníamos defensas, familias, estructuras, pero Ernesto, uno de los personajes y que aprendió a jugar el cubo Rubik cuando aquí no se conocía. Cuando estaba en la Universidad supe que un muchacho que sabía mucho de Geometría y con el que me gustaba mucho hablar, nunca regresó. Me contaron la historia: murió por ahogamiento con una media. Esa historia me dio elementos para escribir la historia de Ernesto. En el pasado escribí un cuento que se llamó Culebra de seda con el que me quitaba esa tristeza con lo que pasó, con esa forma de morir al tragarse una media. Ese cuento lo tenía ahí y éste me dio rutas, al igual que ha pasado con otros cuentos. Por ejemplo, El cine era mejor que la vida se originó en un cuento llamado Un capitán para otro barco.

¿Qué es la felicidad, en el libro?

Es esa felicidad de la juventud cuando uno cree que no tiene compromisos, no se le debe a nadie, que nadie depende de uno y uno se puede quedar tomando café con alguien.Todo puede seguir eterno, pero la vida real te dice que todo tiene un límite. En este libro me metí en ese tiempo en el que resolvíamos todo y opinábamos de todo aunque supiéramos que no sabíamos nada; nos la creíamos; esa es la felicidad en el libro.

El libro tiene partes muy visuales. ¿Esto fue una intención consciente o es resultado de la experiencia y trayectoria suya en el mundo audiovisual?

Yo escribo muy despacio y el método mio no es soltar toda la historia e ir puliendo. Yo escribo palabra por palabra. Trato de ver en mi imaginación lo que voy a escribir. Más que contar qué pasó, quiero que el lector pueda sentir cómo huele; cómo se siente, trato de darle mucha importancia a la atmósfera. Se que los best sellers se enfocan en la cadena de sucesos, pero poco del alma y de la recreación de los sentidos porque no hay tiempo. Trato de ver y de contar tranquilo de contar lo que estaba viendo.

Aquí se percibe bien la sensibilidad sin juicio hacia los personajes. ¿Podemos decir que esto es resultado de otros caminos, tanta calle y oficios suyos?

Sí, eso ha servido mucho. Me gusta que la gente sepa que yo tuve otros oficios porque me quise salir de la fila un tiempo. La gente está acostumbrada a un camino: salir del colegio, ir a la universidad, comenzar un trabajo. Quise hacer algo más en zig zag. Yo le recomiendo a todo el mundo que se salga de la fila. Cuando me muestran esos horarios sin pausa, le digo a la gente: qué es ese día, a qué hora mira por la ventana o come un helado. Me gusta recomendar que la gente haga pausas. Me gusta esa parte de mi vida sin graduarme, en la que tuve que hacer cualquier cosa para sobrevivir, para hacer amigos. Trabajé en una panadería que funcionaba con leña. Al lado de mi casa, partí todo el árbol que había. Yo me levantaba de madrugada a cortar con un hacha, en Sevilla, Magdalena, frente a la Sierra Nevada de Santa Marta. Mis manos se mantenían hinchadas, con sangre, pus, y a esa hora de la madrugada, cogía el hacha y lloraba de dolor. Cuando la gente me veía con las manos así, parecía uno de ellos. Me siento orgulloso de haber hecho cosas como esa porque aprendí a conocer el mundo, a estar solo y sin privilegios.

¿Este, al igual que otros libros suyos, da espacio a la nostalgia. ¿Qué es la nostalgia?

No sé, pero es algo que no me molesta. Tengo esa tendencia a dejarme llevar, no peleo contra eso. No me gusta despedir la tristeza. Déjenme yo la vivo.

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¿Cómo ha sido la respuesta del público?

Estoy muy sorprendido. En estos dos meses de circulación, los libreros me dicen que los han pedido varias veces. Los comentarios me alegran; he recibido unos mensajes muy bellos, sobre todo, unos que hablan de cierta gratitud porque les mostró que esa soledad que esas personas sentían no era una cosa única, sino que otras personas la habían sentido. Dos muchachas me escribieron: “gracias a ese libro, ya no me siento tan sola”. Para eso sirve la literatura, para esas conexiones secretas con la gente.

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