Si pensamos en indicadores del buen estado de la naturaleza, las aves son uno de los mejores. Es fácil: si acabamos con las plantas, con el monte, con el agua, con los insectos, las aves se irán. Donde hay plantas (con alimento), monte, agua e insectos, hay aves.
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Algunas personas tienen la fortuna de habitar lugares en los que la naturaleza se ha preservado más o menos bien. Incluso más afortunadas son aquellas que, además de esto, logran tener fácil acceso a comodidades de la vida moderna, como el internet de alta velocidad, el comercio, el entretenimiento, los acueductos, la recolección de residuos, las bibliotecas, etc.
Creo que muchos lugares del valle de San Nicolás ofrecen estos beneficios a quienes los quieran disfrutar. Pero esto no viene sin consecuencias. Aunque queramos, no lo podemos tener todo a la vez. No se puede negar que el crecimiento poblacional, la expansión urbana y la fragmentación predial han afectado la salud de los sistemas naturales de la región y presionado la capacidad de los ecosistemas de entregar tantos servicios que damos por hecho. Sin embargo, todavía es posible visitar lugares cercanos con muy poca intervención humana. Recordemos que el contacto con la naturaleza es clave para el bienestar físico y mental de nuestra especie. No tengo que citar estudios científicos que lo demuestran (hay muchos): estoy seguro de que la mayoría de personas son testigos incontrovertibles de esta realidad.
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En Oriente aún se conservan hermosas áreas en donde florece la vida. Incluso dentro de las zonas urbanas. Los pajareros conocemos muy bien estos lugares. En Rionegro, por ejemplo, la minería dejó pozos cerca del río que se llenaron de agua, plantas y aves. Hoy son oasis para el descanso de aves residentes y migratorias e incluso se han hecho reportes de especies raras, como el pato crestudo, el falaropo tricolor o la polluela norteña. El embalse de La Fe también nos ha dado grandes sorpresas, como el avistamiento reciente del pato canadiense. En El Retiro, La Ceja y El Carmen de Viboral hay cada vez más grupos de pajareros y guías que conocen humedales, senderos, paisajes y bosques que guardan grandes sorpresas.
No se pueden bajar los brazos, nunca, en la lucha por proteger el capital natural que aún nos queda y del que depende nuestro bienestar y el de las generaciones que no han llegado. Muchos de estos lugares están condenados a desaparecer, desafortunadamente. Muchos otros están amenazados, pero con un poco de acción ciudadana, apoyada en la buena gestión de algunas instituciones públicas y privadas, tal vez se conservarán en buen estado, incluso si están rodeados de ciudad, por muchos años. Hay realidades que debemos afrontar, aunque no nos guste.
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Esperemos que los municipios de Oriente (sus instituciones, empresas y personas) logren enfrentar los grandes retos de conservar, restaurar, regenerar y proteger, entre otras cosas, ¡para poder salir a ver aves!