Pamela Arroyo Ibargüen es una promesa del atletismo con mucha realidad y un futuro para el cual se prepara sin dejarle nada a la suerte, como lo ha hecho su tía tan famosa.
Por: Sebastián Aguirre Eastman
De Pamela Arroyo Ibargüen sorprenden su envergadura física y cada una de las palabras que pronuncia, cargadas de una madurez que denota que detrás de ellas hay una fortaleza mental y un enfoque en un sueño para el que se prepara desde los nueve años.
Hoy tiene 15 y sabe que para alcanzar sus metas debe hacer sacrificios poco frecuentes para alguien de su edad. En las mañanas estudia en el colegio San José de La Salle, de allí sale a las tres de la tarde rumbo al estadio de atletismo Alfonso Galvis para entrenar hasta las 7:30 de la noche, cuando regresa a casa a hacer las tareas y a descansar.
Los fines de semana, además de intensificar los entrenamientos, debe desatrasarse de las labores académicas. En el colegio entienden que su talento es escaso y le dan permiso para que se dedique a sus actividades deportivas, sin descuidar su formación.
Dice que mide un metro con 75 centímetros, pero aparenta más. Comenzó en el baloncesto cuando tenía nueve años, pero este deporte no la convenció y luego se pasó al atletismo. Su especialidad son las distancias largas, pero se ha enfocado en los 400 y los 800 metros, con buenos resultados.
Quiere brillar con luz propia
Pamela se alista para las fotos y luce un pantalón corto en lycra, que deja al descubierto unas piernas largas, tonificadas, trabajadas. Un trote suave para calentar y una zancada tras otra son muestra de su fortaleza física.
Su meta actual es bajar del minuto en los 400 metros planos. El récord nacional de la especialidad lo instauró en 1992 la antioqueña Ximena Restrepo cuando ganó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Barcelona.
Pamela no vio a Ximena, quizá sabrá quién es, pero estos son los tiempos del jamaiquino Usain Bolt, de la estadounidense Allison Felix (subcampeona olímpica de los 400 en 2016 y campeona mundial en 2015), y, en Colombia, de Catherine Ibargüen, que si bien no compite en pruebas de velocidad (su fuerte es el salto largo), sí es referente nacional en el atletismo.
Con Catherine Ibargüen, su tía, Pamela conversa, cómo no, sobre el atletismo, y recibe consejos, de ella y de su entrenador Ubaldo Duany. Cómo mejorar la técnica, el balance de los brazos al correr, la salida, la aceleración. No hablan muy seguido, la una involucrada en sus pruebas internacionales y la otra en el colegio y los entrenamientos.
Pamela no gusta de ufanarse de ese parentesco. Quiere brillar con luz propia. Que la reconozcan por lo suyo y que no crean que sus logros llegan porque Catherine Ibargüen está detrás de ellos.
Pero es inevitable no notarlo. Si viendo a Pamela pareciera estar viendo a la tía a sus quince años. Por la sonrisa, por el cabello, por el tono de su piel y porque ese talento, de talla mundial, lo ha heredado. El tiempo dará sentencia.