¡A comer en Jericó!

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La Buena Mesa de Vivir en El Poblado realizó un recorrido por algunos de los placeres culinarios que pueden experimentarse en este municipio ubicado en el suroeste antioqueño

Los pandequesos y almojábanas de don Jaime

Don Jaime Henao es uno de los cocineros empíricos más famosos de Jericó. Su aprendizaje se remonta a su infancia en el campo. En la finca donde trabajaba su padre, solía ayudar a la esposa “del patrón” en la preparación de comidas y múltiples manjares.
Durante cuatro décadas tuvo un restaurante de comida típica en el pueblo, ahora se dedica a vender en su casa unos suaves pandequesos y almojábanas que saben deliciosos, hasta fríos. Las recetas, confiesa, pertenecían a su abuela. Tanto las almojábanas como los pandequesos los vende a ochocientos pesos la unidad.
 

Jaime, quien también elabora un sabroso arequipe que vende en distintos tamaños y precios, también atiende almuerzos para pequeños grupos de comensales, siempre y cuando el tiempo y el espacio en su casa se lo permitan. En la casa rosada, cerca a la Casa de la Cultura de Jericó se encuentra el hogar de Jaime. Informes en el 852 4507.

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Rosquetes, trocitos y piononos en el sector de La Normal

“Mis productos son los rosquetes, nombre que me parece muy feo, pero así se les ha llamado toda la vida en Jericó; son hechos a base de mantequilla, huevos, harina…, con insumos de primera”, afirma Ligia López, habitante de Jericó. Con la misma masa también hace palitos, tornillos y rosquitas que desde hace nueve años comercializa en su casa.
 

Además de los rosquetes, Ligia vende los trocitos (un rico pasabocas ideal para comer con un buen chocolate), suspiros (merengues), panes, cocadas y unos provocativos piononos artesanales, “que nada que ver con los que venden empacados”.
Hasta el arequipe que llevan es preparado por Ligia. Estos últimos productos los prepara por encargo.

El negocio, que no tiene nombre, está situado en el sector de La Normal (Escuela Superior de Jericó). Informes y pedidos: 852 3891 – cel 310 466 4654.


La papa plancha

Visitando los toldos callejeros que se agrupan en una esquina del parque principal de Jericó y en los que los fines de semana turistas y habitantes disfrutan de hamburguesas, arepas, chuzos, empanadas, papas rellenas y otros mecatos, se encuentra un producto que los jericoanos reclaman como propio: se trata de la papa plancha.

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Este gustoso “pecado” consiste en una papa hervida cortada en unas rodajas alargadas y gruesas, que luego son apanadas y freídas en aceite. “La clave está en la cocción”, indica una de las vendedoras de este grasoso manjar.

Por su módico precio (ochocientos pesos) y tamaño, no pocos en el pueblo la llaman “la papa de gamín”, término que doña Licina, inventora de la receta, odiaba con todo su ser. En todo caso, es un adictivo bocado que invitamos a probar.


 

Calavera y su postre jericoano

“Las mejores papas rellenas del pueblo son las de Calavera”, me dice Roberto Ojalvo, director del Maja (El Museo de Antropología y Artes de Jericó), una vez arribamos a La Pizzería de José. En este lugar, su propietario, José Alzate “Calavera”, apodo de su niñez que aún perdura entre sus allegados, vende el célebre postre jericoano.

“Mi familia lleva más de cien años haciendo este postre de frutas en acontecimientos especiales (fiestas de grado, días de la madre, primeras comuniones…). El nombre ‘postre jericoano’ se lo puse hace unos doce o trece años” , afirma José, quien en 2006 ganó con este producto el concurso Antójate de Antioquia, de la Gobernación, y con la “torta victoria” (similar a un bizcocho de novia) en 2007.

“En 1910, unas siete u ocho familias en el pueblo hacían este postre, pero le ponían capas distintas. Mi familia siempre lo ha hecho con frutas naturales, sin conservantes, ni ningún tipo de aditivos. El postre se divide en siete capas, empapadas en vino y ron: la primera es de papaya madura, piña y coco; luego sigue un bizcochuelo; encima va una capa de brevas caladas en panela; una de arequipe, otra de bizcochuelo, una de papaya verde calada en panela y la última es de cáscara de toronja, con piña y coco. Es el resultado de un proceso artesanal, a punta de mecedor, que lleva entre unos 10 y 15 días. Por ejemplo, el solo dulce de toronja se demora seis días, entre la cogida, la molida y el desamargado”, expresa José.

La Pizzería de José, donde también son recomendados los sándwiches submarinos y las pizzas, está localizada a una cuadra del parque principal.

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Las galletas de las Clarisas

Las Hermanas Clarisas llevan casi cien años en Jericó (el próximo año cumplen el centenario), 65 de ellos en el convento de la calle primera, donde reside un grupo de monjas de clausura. Al interior de este santuario, las Hermanas además de cultivar el espíritu y su relación con Dios, elaboran unas ricas galletas de panela, y otras de mantequilla y un vino de uvas de pasa, productos que les ayudan a sobrevivir con austeridad y sostener el convento.

“Las galleta de panela (las llamadas ‘cucas’) las preparaban las hermanas desde hace unos cuarenta años para las visitas y se les enviaban a los benefactores”, manifiesta la abadesa Nidia Vélez. “Yo las llamo las internacionales porque han pasado por Estados Unidos, España y otros países, pues muchas personas se las mandan de regalo a sus familiares en el exterior “, dice alegremente la hermana Fabiola Montoya, quien es monja pero no de clausura, por lo tanto es una de las encargadas de comprar los víveres y realizar “vueltas” afuera del convento.

De hecho, es la hermana Fabiola la artífice del vino Santa Clara, el cual cuenta con autorización eclesiástica para ser utilizado en eucaristías. Con su carisma, la hermana logró una asesoría no oficial de algunos empleados de la Casa de Vinos Grajales, durante un pequeño viaje que hizo a la sede de la compañía en La Unión (Valle del Cauca), para conseguir unos barriles pequeños donde pudiese elaborar el vino, cuyo proceso le lleva unos seis meses.
Para mayor información de las galletas o el vino de las Clarisas puede llamar al 852 3695 o visitar el convento.

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