Indignación es lo que causa la actitud de algunas personas de despreciar y rechazar a quienes se encuentran en situaciones de vulnerabilidad y que no pueden acceder a una vida digna.
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Los pobres han pasado de ser las víctimas de una sociedad desigual, para convertirse en motivo de discriminación y odio, por parte de muchos.
Esa actitud, que Adela Cortina, filósofa española, ha denominado aporofobia, (rechazo o miedo a los pobres) se ha vestido de diferentes razones y sofismas para justificar, e incluso culpar, a quienes viven en condiciones extremas de pobreza.
Excluir, discriminar y rechazar son algunas de las más aberrantes acciones que cualquier ser humano puede hacer contra otro igual, o que una persona pueda experimentar.
Aún hoy, en pleno siglo XXI, en una sociedad que promulga la defensa de los derechos humanos; la discriminación y la exclusión se ejercen de manera sistemática contra aquel diferente que no cumple con unos estándares sociales impuestos por quienes creen tener la verdad revelada.
Basta revisar la historia de la humanidad para encontrar múltiples casos de vejámenes contra algunos grupos de personas.
Que en aras de defender a ultranza ideologías, diferencias políticas, religiosas, étnicas, de género, económicas y sociales han causado genocidios, torturas y, por ende, más miseria.
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Razón por la que el filósofo inglés, Thomas Hobbes, en su libro El Leviatán, aseguró que “homos homini lupus” (el hombre es un lobo para el hombre); sin embargo, consideró que la sociedad, a través de sus reglas y normas sociales podría alcanzar la paz y la unión.
Pese a que en los últimos 25 años los niveles de pobreza extrema en el mundo venían disminuyendo, los expertos calculan que el COVID-19 causará un gran retroceso, de por lo menos 10 años, en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que buscaban superarla para 2030.
Este escenario nos convoca y nos obliga a buscar alternativas efectivas y de impacto social para resolver las condiciones de vida de millones de personas. Son acciones urgentes que hoy tienen entre sus manos los gobiernos del mundo. Y, ante todo, la humanidad requiere volver los ojos hacia la solidaridad con los otros.
La aversión contra los pobres, que además de ser una actitud reprochable, antiética y escandalosa, no es un asunto superficial, ni casual, como algunos pudieran creerlo.
Podemos verlo en los medios de comunicación, que excluyen el tema, por considerar que no hacen parte del mercado. En los últimos años asistimos a recurrentes vertientes de superación personal que aseguran que la pobreza es una decisión de quien la vive. Según esto, basta con hacer un esfuerzo mental para superarla. Incluso, solo se trata de un asunto motivacional, de entusiasmo, y de ganas pasar de pobre a rico.
No siendo menos, hay quienes justifican que la raza, la procedencia, las tradiciones, las condiciones de salud físicas y mentales, entre muchas otras, son el origen de la pobreza. Dirigentes políticos, económicos, religiosos o líderes de grupos fundamentalistas, reducen este fenómeno social a una responsabilidad individual, y, por lo tanto, desconocen los factores sociales y las brechas existentes entre pobres y ricos, trasladando la culpa a quien sufre la inequidad y la desigualdad existente.
La pobreza tiene que ser un asunto de interés de toda la humanidad. La pandemia nos ha puesto de manifiesto cómo las grandes diferencias sociales y económicas han marcado de manera más dramática los efectos del virus, en aquellos grupos poblacionales que no han podido acceder a la educación, la alimentación, la tecnología, la salud, el empleo, la vivienda, entre muchas otras cosas, en estos tiempos de crisis.
Es momento de reconocer que está en nuestras manos mejorar la vida de millones de personas y familias. Solo unidos, Estado, grupos económicos, políticos y sociedad civil, podemos vencer esto que llamamos la aporofobia.
Por el contrario, se trata de abrir la puerta de las oportunidades que tanto se necesitan, para promover el crecimiento y el desarrollo equitativo de ciudades con un potencial tan destacado como Medellín.
Por: Luis Bernardo Vélez Montoya
Concejal de Medellín