Fanatismo, extremismo, radicalismo, son diferentes formas de denominar la simplicidad intelectual. Que es la característica esencial del fanático.
Estos tiempos de polarización y gritos lo ponen a uno a hacerse preguntas medio raras. Una que me ha acosado en los últimos días es la siguiente: ¿es posible para alguien curarse del fanatismo? Concluyo que eso sería poco probable, porque no es fácil que una persona alcance a percibir que lo padece (que es por donde habría que empezar). El fanatismo es algo sencillo de ver en los demás, pero no en uno mismo. En especial lo podemos diagnosticar muy fácilmente en quienes no están de acuerdo con nosotros.
Para tener un poco de claridad aceptemos que, de alguna manera, todos somos fanáticos. Lo importante es ver qué tan grave es nuestro caso. Para eso nos puede servir como referente un fanático en su estado puro (que es un ejemplar humano cuyo discurso no está contaminado por los molestos ruidos de la razón o de la lógica).
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Ese individuo no es difícil de encontrar, no es una especie en vía de extinción. Por el contrario, dispone ahora de un excelente ambiente que le proporciona el alimento y el oxígeno que necesita para crecer y multiplicarse (me refiero a la propaganda política que circula en las redes sociales y a través de voceros que fungen como youtubers, o como periodistas).
Fanatismo, extremismo, radicalismo, son diferentes formas de denominar la simplicidad intelectual. Que es la característica esencial del fanático. Este individuo vive en un pequeño mundo de certezas, jamás se ve atormentado por la duda. Así como no se hace preguntas, tampoco le gusta ser interrogado. Si alguien se atreve, recibirá un ataque como respuesta.
Sufre también una rara variedad de daltonismo: solo puede ver el blanco y el negro. No distingue otros colores y mucho menos está en capacidad de ver matices. Todo queda reducido a luz radiante o tenebrosa oscuridad (alma bendita de monseñor Miguel Ángel Builes que nos podría ilustrar tanto sobre este tema).
Es ciego para los hechos que puedan contradecir sus creencias: solo acepta las versiones que ratifican su credo. Y en cuanto a los seres humanos, los tiene separados por categorías: copartidarios y enemigos.
Lo cierto es que nuestras posiciones políticas tienen un componente atávico, irracional. Que es donde yacen los miedos, los odios, el espíritu tribal (esto hace que sea tan efectiva la propaganda negra, la que busca hacer aflorar lo peor de nosotros). Allí es donde debemos buscar el origen del fanatismo.
Somos contradictorios por naturaleza. Es muy probable que exista un divorcio entre nuestras posiciones políticas y los valores o principios que aceptamos tener. Vale la pena confrontarnos en ese sentido. Y establecer si somos coherentes. Lo cual sería el primer paso para identificar si estamos siendo solo parte de un rebaño.
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