El tema elegido este año por EPM y la Alcaldía de Medellín para los alumbrados es el de las tradiciones colombianas. El Carnaval del Diablo, de Riosucio, con una tradición de más de cien años, fue incluido entre las figuras emblemáticas. Mientras algunos medellinenses protestan por tener a este personaje entre la decoración navideña, y mientras la Alcaldía decide o no dejarla, el periodista Ricardo Aricapa, riosuceño, nos envía su punto de vista.
Tremendo agravio y humillación sufrió el Diablo del Carnaval de Riosucio por cuenta de la incomprensión y la mojigatería humanas, cuando era objeto de un homenaje como símbolo de la fiesta popular que preside. Lo retiraron dizque por consideraciones religiosas. ¡Hágame el bendito favor!
Para empezar, el diablo riosuceño no es pariente, ni lejano, del diablo católico, ese ser cizañero que tira la piedra y esconde la mano. No. Nuestro diablo no se desgasta en hipocresías baratas ni se rasga las vestiduras. Es un diablo permisivo, alegre, bonachón, derrochador, justo, franco y, sobre todo, amigo de la paz y la cordialidad entre los seres humanos. Es un mito que se inventaron en Riosucio hace más de cien años con la misión de unir la población y garantizar la alegría de la fiesta. Seguramente en el próximo carnaval dirá lo que tenga que decir con respecto a la humillación que acaba de sufrir, porque él con ésa, no se queda.
Lo otro para aclarar, es que el diablo del Carnaval de Riosucio de paisa no tiene nada. No usa poncho ni sombrero. Su origen es vernáculo, autóctono, con claros elementos indígenas locales, y es caucano. Recordar que Riosucio perteneció al Gran Cauca hasta cuando nació el departamento de Caldas.
Y es mucho más horripilante y pinchado que el muñeco que pusieron en el paseo del río Medellín para engalanar la navidad, y que retiraron de indigna manera.
Ricardo Aricapa Ardila / Periodista
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