Desde hace un tiempo hemos visto trastocarse el orden social: personas o entidades que resultaban paradigmáticas, de la noche a la mañana pasaron a ser consideradas algo así como villanos, como en los casos Interbolsa, Fajardo Moreno y los escándalos con las VIP.
Pero el punto de quiebre, sin duda, lo ha marcado Space. No recuerda El Poblado una tragedia que haya removido más sus cimientos y dejado tanta huella como la del desplome de la torre 6 de este conjunto residencial. No solo porque nos siguen doliendo las víctimas, sus familias y el drama de los damnificados, sino porque ha puesto en entredicho, además de la actividad constructora y todo lo que se teje tras de ella, los valores que han sustentado nuestro desarrollo como barrio, ciudad y sociedad.
El caso Space ha servido para que el Gobierno Nacional se pellizque y anuncie medidas para controlar la calidad en proyectos de vivienda, para que empresas privadas empiecen a exigir a sus contratistas documentación y acciones que antes pasaban por alto, pero también para poner en tela de juicio los intereses que nos mueven y los asuntos tangibles en los que esos intereses se reflejan.
Por Space, hoy son objeto de cuestionamiento, entre otros, el ordenamiento territorial, la expedición de licencias de construcción, la instalación de los servicios públicos, la vigilancia del Estado sobre los privados, la actuación de esas empresas privadas, su autocontrol, las interventorías y la calidad profesional y ética de quienes integran el gremio constructor. Son más que consideraciones técnicas: de ellas dependen la dignidad y calidad de vida de muchos ciudadanos, su confianza en una ciudad y en un país de los que esperan, como mínimo, respeto y protección.
Space obliga a preguntarse, por ejemplo, cómo es posible que se haya dado más prevalencia en esta ciudad, sobre todo en las laderas de El Poblado, a licencias solicitadas con astucia y rapidez antes de que entrara en vigencia un nuevo POT con sus respectivas restricciones, que a la vida y bienes de la comunidad; cómo es posible que haya tenido más peso la vigencia de unas licencias que la contundencia de las recomendaciones para no construir más sobre la Transversal Superior, como queda claro en una de las notas de esta edición.
Luego de lo sucedido en Space, día a día salen a la luz pública nuevos casos y denuncias en varias ciudades del país sobre construcciones deficientes que tienen en riesgo la vida de sus habitantes. Solo ahora logran visibilizarse, tras años de impotencia, muchas de estas víctimas de urbanizadores inescrupulosos que les han dado a cambio de sus ahorros unas viviendas de mala calidad, desde sus cimientos hasta los acabados.
Aunque a veces nos parezca absurda la expresión “tal o cual tragedia no fueron en vano”, en el caso de Space este dicho cobra fuerza: todo parece indicar que la tragedia que hoy nos enluta no fue en vano.