Nietzsche para niños y jóvenes

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Nietzsche para niños y jóvenes

/ José Gabriel Baena
La editorial de la Universidad de Antioquia publicó “Así cantaba Zaratustra”, una selección de la famosa obra de Friedrich Nietzsche (que se titula “Así hablaba…”), traducida con rigor, pero a la vez con todas las posibilidades de la lengua española –si es que esta existe- por el doctor Jorge Mejía Toro, del Instituto de Filosofía de la Universidad.

Aunque está estrictamente prohibido reproducir alguna partecita de la obra, para no inventar nada debo copiar: “El lector encontrará aquí las canciones que Nietzsche incluyó en “Así hablaba Zaratustra” junto con otras piezas de este libro y un pasaje de “Ecce homo” que guardan relación con el origen, la composición y el destino imprevisible –a veces desafortunado- del canto”.

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Y es por su carácter de canto y danza que sirve este volumen como introducción a la obra que se cree muy adusta –y lo es- del filósofo alemán y figura aquí en la Biblioteca Clásica para Jóvenes Lectores, en la que también se han editado “El Banquete”, de Platón, y “Las Elegías del Duino”, de Rilke.

El libro, para decirlo como Alberto Aguirre, es una delicia, y lo será no solo para jóvenes lectores sino también para quienes abandonamos las empinadas cuestas de la filosofía hace casi medio siglo. Se compone de tres cuerpos principales: una estupenda cronología comparada donde apreciamos el devenir de Nietzsche desde su nacimiento en 1844 hasta mucho más allá de su muerte, a la par que el de sus contemporáneos pensadores del siglo 19, famosos en sus días, hoy la mayoría olvidados, con numerosos guiños para quienes apenas hemos navegado en muchos de esos personajes que parecen de ficción (¿Existió un tal Marx alguna vez?), y entre los cuales sólo citaremos uno: “1895. Nace en Envigado (Antioquia) el filósofo colombiano Fernando González Ochoa, quien leyó a Nietzsche antes de hacer la primera comunión…”.

La segunda parte es el “corpus” del libro propiamente dicho, y la tercera, la que no parece para niños ni jóvenes pero sí debería serlo, la compuesta por las 125 notas filológicas sobre los avatares de la traducción, que dejamos para aprendices aunque leímos devotamente.

Esta obrita de 200 páginas, “Así cantaba Zaratustra”, debería ser materia obligatoria en nuestra secundaria, para ver si de pronto por lo menos nuestros jóvenes aprenden a Cantar y Reír con mayúsculas. Contaré algo curioso. Justo cuando llegó el libro a mis manos acababa de releer la conferencia que dio Jaime Jaramillo Escobar cuando su obra “Los poemas de la ofensa” cumplió 30 años de edición, hace ya algún tiempo. En esta, aparece un personaje –hagan de cuenta un “Zaratustrico” de estas breñas–, que cuando desciende de la montaña con toda su sabiduría para predicarle a este pueblo de mulas, no solo no es recibido como se debe sino que… para robarle le pegan el garrotazo mortal en la nuca. ¿No es para morirse de la Risa? ¿No estamos ahí pintados?
Nietzsche mismo no fue ajeno a esta suerte de incomprensiones. Al no encontrar editor para la cuarta parte de su “Zaratustra” tuvo que hacer una edición privada de 40 ejemplares. Pero debió haberse dado por satisfecho. ¡Una cantidad! Parecido a este cronista, que de mi última novela sólo he podido hacer una edicioncita de 1 unidad en mi impresora doméstica. Le voy ganando a Nietzsche por 39 cuerpos.
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