Vida de oración, disciplina y entrega
Los popularmente llamados Caballeros de la Virgen tienen un estilo de vida que pocos conocen. Su sede está en El Poblado
Probablemente ya los haya visto. Siempre con sus largas túnicas, con un escudo grande con la imagen de la Virgen María a la izquierda del pecho, una cadena y un crucifijo que cuelgan de la cintura, y sus botas negras; los Heraldos del Evangelio, conocidos en el país como los Caballeros de la Virgen, aparecen en procesiones, eucaristías, colegios o comunidades a donde van a profesar su adoración a la Virgen, la que, según ellos, han escuchado para continuar con su vida devota y disciplinada.
En una casa grande de la loma de Los Balsos, 28 personas comparten diariamente su amor a Cristo y a la Virgen. Entre ellos, 15 niños duermen, comen, oran, se forman católicamente y estudian en el colegio que queda allí mismo, en la casa. Así como hablan los mayores, afirman que escucharon el llamado celestial de la Virgen María para continuar su camino y en un futuro convencer a otros. “Yo estoy muy contento viviendo aquí, donde encontré mi vocación”, dice Ángel Steven Ramírez, de 13 años.
Tal vez en un futuro, Ángel será como José Bernardo Flórez, un joven de 25 años que ya completa 12 en la comunidad y adelanta su carrera sacerdotal. “Si esta experiencia fuese planeada por los hombres no sería tan bonita. Nosotros empezamos el proceso desde muy pequeños. Una vez orando con la Virgen en la parroquia, me invitaron a unos cursos, me surgió la inquietud y aquí estoy”, cuenta José.
El movimiento los Heraldos de la Virgen, enmarcado en el catolicismo, nació en Brasil y hoy se practica en 78 países del mundo. “Es una congregación religiosa que depende del Vaticano y centra su actividad en tres pilares fundamentales: la devoción a la Eucaristía, a la Santísima Virgen y al Santo Padre, Benedicto XVI”.
Una casa de fe y espiritualidad
Subiendo por la loma de Los Balsos, antes de llegar a la Transversal Superior, se puede ver una puerta grande blanca con el aviso de los Caballeros de la Virgen. Campestre, alejada del ruido de la ciudad, con aves y decoración con objetos alusivos a la comunidad, traídos de viajes y seminarios, esta casa es el hogar de 28 caballeros. Ellos mezclan la vida de oración con el estudio y el componente disciplinario que se nota cuando se forman para rezar, como si fueran un ejército.
En la casa se encuentran desde el año 2000. Además de cumplir con sus rezos, cánticos en latín y otros ritos religiosos dentro de la casa, los Caballeros visitan varias comunidades para promover su fe, acompañar enfermos y apoyar otras parroquias de Medellín o de Antioquia.
El padre Manuel Rodríguez es español, hace tres años llegó de Zaragoza -donde ejercía como sacerdote-, y habla de la importancia de que la comunidad cuente con un lugar y una devoción de estas características. “El mundo cada vez tiende más a lo material. Por tanto trabajo hay poco tiempo para la vida familiar, cultivar la amistad y relacionarse con Dios. Por eso, son importantes los lugares como este, que difundan el espíritu, que sean como una isla de paz y devoción a Dios. Nosotros lo vivimos para difundirlo”, dice.
Futuro y Vida se llama el proyecto que los caballeros presentan en los colegios públicos y privados durante la semana, con el fin de ofrecer una alternativa de deporte y formación religiosa. “Cuando hacemos esas visitas siempre llevamos a la Virgen Peregrina de Fátima, rezamos y luego hacemos un acto cultural y lúdico. Hacemos demostración de nuestro coro, nuestra música y, luego, a los que quieran, los invitamos a tener nuestra formación religiosa o incluso a practicar taekwondo en nuestra casa. Los sábados vienen aquí las familias y todos compartimos”, agrega el padre Rodríguez.
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Algo que se lleva en el alma
Para ellos, ser Caballero de la Virgen es el máximo orgullo y acierto de la vida. En la comunidad no solo encuentran su espiritualidad sino la posibilidad de estudiar y proyectarse hacia el futuro. “Esto es realmente especial, ser Caballero de la Virgen llena profundamente el alma. Poder corresponder al llamado que el Señor nos dio para llevar una vida consagrada en la obediencia y la castidad. Hacer este trabajo y ayudar a los demás a descubrir la fe, llena de mucha paz y da una profunda alegría. Es algo muy grande”, afirma el padre Manuel Rodríguez.
Y además de llevarlo en el alma, también hablan de la consagración, tanto del cuerpo como del espíritu, a la Virgen, lo cual se refleja en su hábito. “La cadena que usamos en la cintura es símbolo de esclavitud, de amor hacia ella”, enfatiza.
José Bernardo Flórez es un joven que vestido de civil puede pasar desapercibido. Después de 12 años en la experiencia vocacional en la casa de los caballeros de la Virgen, insiste en que a la juventud le falta abrir los ojos y abrirle la puerta a Dios. “Llevamos dos mil años de historia y el hombre cae en el mismo error, olvidarse de Dios. Eso se ve en las crisis familiares y en tanto suicidio. Abriendo el corazón a Dios podemos cambiar al mundo”.
Durante esta Semana Santa los Caballeros de la Virgen participarán de procesiones y celebraciones de la Parroquia La Visitación, además de catequizar a los niños sobre la semana mayor.
Así son, viven y sienten los Caballeros de la Virgen, entregados con convicción a sus creencias. “Nuestra casa está abierta, pueden venir a conocernos y a compartir muchas oraciones, seguro van a salir con mucha paz”. Es palabra del padre Rodríguez.
Desde niños son caballeros
Allí mismo, en la casa de la loma de Los Balsos, en una pequeña aula, los niños internos, más otros pocos que después de la jornada regresan a sus hogares, reciben clases de sociales, español e inglés, entre otras, como en cualquier colegio de Medellín. La diferencia está en que, aparte de la formación académica, inician la llamada “experiencia vocacional” para facilitar su vocación religiosa. Según ellos, la calma y la tranquilidad de este lugar favorecen esa búsqueda.
Se forman en fila, cantan y oran tal y como los mayores de la comunidad. Mientras los externos experimentan y definen si esto es lo que les gusta, los que viven allí ya decidieron y cuentan, por supuesto, con el consentimiento de sus padres.
Miguel Ángel, por ejemplo, tiene 13 años. Aunque no vive de lleno en la casa y todos los días regresa al hogar con su familia, reconoce la importancia de recibir poco a poco los conceptos religiosos para tomar una decisión acertada. “Es muy bueno porque no presionan. Uno, la verdad, va sintiendo la vocación, en mi caso algo me dice que esto es lo mío y lo podría hacer con mucho amor”.
El día a día de un Caballero de la Virgen
Para pertenecer a la comunidad no solo basta ser católico, creer en la Virgen María y aprenderse las oraciones. La disciplina y el orden son fundamentales.
El día comienza a las 6 am, hacen una formación al estilo militar delante de una imagen de la Virgen, oran y luego se organizan. A las 7 am es la Santa Misa con todos, tanto con los seminaristas como con los niños. Rezan el credo y cantan hasta recibir el desayuno mientras escuchan una homilía sobre el evangelio del día. Luego, a eso de las 9 am, los alumnos entran a clase y los seminaristas realizan una adoración al Santísimo hasta las 10 am. Hasta el medio día pueden hacer apostolado y visitas. Llega el almuerzo con la lectura de los últimos discursos del Papa. En la tarde hay actividades extraescolares y los más pequeños pueden practicar natación o taekwondo.
En la noche, a las 7:15, hay otra Eucaristía, a las 8 pm hay bendiciones cantadas con la cena, a las 9 pm se rezan las últimas oraciones del día en la capilla y después rige “el gran silencio”, momento para interiorizar y reflexionar hasta el día siguiente.