Los 26 años del Teatro Metropolitano José Gutiérrez Gómez, desde su inauguración en 1987, son casi los mismos que llevan allí algunos de sus operarios y directivos. Varios que “voliaron pala y bolillo”, pronto estuvieron tras los espectáculos y hoy lo siguen haciendo. El teatro, además de escenario, fue y es una escuela.
Las profesiones y toda clase de oficios varios que se requieren para realizar el montaje de un evento se fueron formando: conserje, técnicos, jefe de programación y directora, por mencionar algunos, se especializaron en artes, luces, lámparas, tramoyas, consolas, amplificadores, seguros y marcas de instrumentos, backline (equipos que necesitan los músicos), conducción de andamios, improvisación, cargamento pesado, plomería, emergencias de último minuto, localización de artistas, programación para todas las edades, paquetes turísticos, decoración de camerinos….
Como propiedad de la asociación Medellín Cultural, el Teatro Metropolitano ha sido sede de orquestas como la Filarmónica de Medellín y la Sinfónica de Antioquia (hoy Orquesta Sinfónica Juvenil de Antioquia), escenario de coros, danza popular y contemporánea, cuartetos, tríos, solistas, humoristas, actores. Todos sus espectáculos y presentaciones han sido posibles por un equipo de trabajo, durante 26 años testigo del paso de artistas y celebridades de alta talla nacional e internacional.
¡A hacer el montaje!
Al menos tres meses antes, en el teatro se conocen los requerimientos de un evento. Luis Fernando Sánchez, jefe de programación, necesita hacer un análisis previo, hablar con los técnicos, saber con qué cuentan y qué hay que buscar con terceros. “Vamos, valemos tanto, ténganos esto” dicen los artistas, sobre todo los internacionales.
“Cuando no se improvisa, ningún evento es difícil”, lo dice Luis Fernando, por su experiencia. A él, tenor y sensible a las artes, directivos como Ariel Escobar y Rafael Vega le vieron la actitud para manejar el que sería el nuevo escenario.
Los técnicos del teatro, sonidista, luminotécnico, electricista y tramoyista, se entienden con el equipo de trabajo de los artistas y, días antes, dependiendo de la magnitud del show, adaptan el escenario según sus medidas (25 metros de fondo por 16 metros de ancho), ecualizan sonido, dirigen luces, ubican monitores. Ellos les conocen a los artistas sus caprichos, gustos y exigencias. Por eso vuelven, “están como en casa”. Eso decía, por ejemplo, Facundo Cabral, quien vio crecer este teatro y a su equipo.
La tramoya es la magia
“La función de tramoyista casi nadie la entiende, pero es el que ubica, asegura y mueve la escenografía que cuelga de las barras de la tramoya”, dice Divadier Serna, quien maneja las 25 barras del Teatro Metropolitano desde hace 27 años. Caminando detrás del escenario y yendo a la máquina en donde las dirige, continúa: “Uno se pone de acuerdo con el empresario en qué momento va aparecer una imagen o un oscuro… ¡Ah! ¿Qué se necesita una imagen del Corazón de Jesús? “¡ran! se pone”.
La numeración de las barras está en desorden. Divadier no sabe por qué. “Mejor, así no viene nadie a meter el dedo”, dice al frente de su máquina de botones verdes y rojos. En plena función, sabe cuáles barras tiene ocupadas, calcula los 13 segundos que estas se demoran en subir o bajar 7 metros, está atento al final de una canción o de un llamado por radioteléfono. “Hay cambios imprevistos en que, como decimos, la gente queda sana. El público vino y vio lo que es… pero detrás del escenario pasan muchas cosas”.
Curiosidad: Él, que fue de machete y palo en mano en las porterías del teatro, como tramoyista ha viajado con la compañía Danza Concierto a Francia, Italia, España, Méjico, Puerto Rico, Costa Rica, Panamá…
Para ser luminotécnico hay que saber inglés
La esposa de uno de los ingenieros de obra tenía la fortuna de hablar inglés y ella se encargaba de las luces. Cuando John Jairo Rodríguez llegó al puesto, el director le tradujo las instrucciones del equipo. Los primeros días (en 1988) no dormía tranquilo y veía focos por todas partes, pero luego de “cacharriar”, le cogió el golpe”.
Lo que sabe lo aprendió en el teatro y toma nota de los técnicos visitantes. Cuando vienen artistas de la “conchinchina”, prefiere no tener traductor: “Suélteme el de las luces que yo me hago entender”, dice.
En una zarzuela le toca grabar hasta 120 situaciones diferentes en luces. Es como si fuera un personaje más que se involucra en la obra con determinadas señales. Si un calvo se rasca la cabeza o un director de orquesta alza la mano, sabe que tiene que “hacer un pie” (término usado para hacer un cambio).
Curiosidad: -¿Y usted ha viajado? No, le tengo fobia a los aviones. -¿ A los aviones o a las alturas? A los hijuemadres aviones.
Un electricista para cualquier ocasión
“Electricista, plomerista, tuberista… aquí hago un poquito de todo. ¡Ah y también me subo en el andamio a dirigir las luces”. Rafael Ramírez, desde hace 24 años, debe estar al tanto de los tres transformadores que le dan la energía al teatro y evitar que técnicos que lleguen nuevos hagan cortos. Ir a la torre de aire acondicionado, a la torre de enfriamiento, a los tanques de agua, bajar a camerinos, es trabajo del día a día.
-¿Y que ha hecho cuando se presenta un inconveniente?- Una temporada que ningún técnico olvida fue una del humorista Andrés López, en que un transformador explotó. “Pero ese man muy teso siguió improvisando”, recuerdan. Por su parte, Rafael logró las conexiones necesarias para el sonido y para iluminarlo con las luces seguidoras.
Curiosidad: Oyó las historias a Facundo Cabral y cargó a Crisanto en el elefante blanco que hacía parodia a Samper. “¡Ese Crisanto sí era muy pesado!”.
El sonido, la mitad del show
El volumen. De este debe estar pendiente Sergio Escudero. Además de explicar cómo funciona el sonido en el teatro, debe ingeniárselas para que la gente no sienta las carencias o excesos.
La vez que a Diego “El Cigala” no le funcionó la consola del sonido, Sergio se encargó de resolver ese asunto, mientras Rafael le explicaba al artista que todo iba a salir bien y otros convencían a los músicos de volver al escenario. “La mayor satisfacción de nosotros es que todos salgan contentos: público, artista y empresario”, dice Rafael.
Curiosidad: Salir de pantaloneta y hacer de bailarín cuando faltó uno y caerse en plena obra del Teatro Matacandelas.
De aniversario y nueva directora
Cuando José Gutiérrez Gómez le ofreció hace quince años la subdirección del Teatro Metropolitano a María Patricia Marín, ella hizo su sueño realidad. Fue un momento especial en el que confluyeron la construcción del teatro, el gusto por la música, las personas que abrieron su mundo y el realizar la programación.
María Patricia Marín, directora del Teatro
Hoy, cuando el teatro está de aniversario, María Patricia es la nueva directora: “Busco continuar la gestión de la programación, el mantenimiento del teatro para garantizar la actividad artística de primer nivel y la formación de nuevos públicos. Sí hay muchas ideas como fortalecer un circuito de programación con países de Suramérica, como Perú y Ecuador. Ahora lo hacemos entre Bogotá y Medellín con el apoyo de la Biblioteca Luis Ángel Arango y el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo”, dice.