Mientras lo espero en un café del Parque Lleras, se me ocurre que el hombre que voy a conocer podría anticipar mis preguntas, manipular nuestra conversación y, contrario al objetivo de toda entrevista, obtener información mía sin que yo hable. La fotografía en los afiches que promovían su conferencia en el Parque Explora, y la voz que he oído en el celular engañan. A su llegada descubro que es muy joven.
Daniel Cuartas, estudiante de ingeniería mecatrónica, tiene 26 años. Desde hace más de 12 estudia y practica por hobby varias formas de ilusionismo. Una gran parte de ese estudio es entender el comportamiento de los humanos, qué tan predecibles somos y cómo unas mínimas sugestiones de otros pueden determinar nuestras acciones. Ver en las reacciones y los gestos del otro lo que se expresa sin hablar. Saber leer a la gente, es solo una de las técnicas para sus espectáculos de mentalismo. Por supuesto, Daniel no las revela en detalle, ni cuenta todas las que usa. El misterio, poder creer en algo mágico, es parte del cuento para que la experiencia funcione. Sin embargo, en sus presentaciones y en nuestra entrevista, continuamente repite que todo lo que hace son técnicas y habilidades que ha desarrollado. Sus estudios se centran en la ciencia detrás de la magia y en la psicología humana enfrentada al engaño de la ilusión. Es por eso que ahora estudia, a distancia, los pregrados de neurociencia y psicología en MIT.
Ese interés, que ahora va muy en serio, empezó en la adolescencia mientras vivía en Brasil. Los magos tradicionales lo aburrían, no le interesaba ver trucos con animales y, sin tener quien lo guiara -más que libros de historia de la magia y biografías de grandes ilusionistas-, empezó a crear sus propios trucos. Fueron años de trabajo que mantuvo en secreto hasta perfeccionarlo. Con la magia no se permiten errores; uno solo le cuesta toda credibilidad.
En la universidad, de regreso en Medellín, empezó a mostrar algunas de las cosas que podía hacer, usando a sus compañeros de clase como conejillos de indias. La primera ilusión fue hacer que un billete levitara. Para Halloween, hizo varios videos de ilusiones espeluznantes, como atravesarse un hilo dental por el cuello. Con las cartas puede hacer un sinnúmero de trucos. Puede pedirle a un desconocido que dibuje algo en un papel y descubrir lo que hizo sin haber mirado. También puede predecir fácilmente comportamientos de su público. Le pregunto si puede hacer algo ahí mismo. Acepta y me pide una tarjeta de presentación en la que pueda escribir.
Al reverso de la tarjeta dibuja líneas perpendiculares y puntos. Me la entrega y dice: “Vas a pensar en una persona importante para vos, la podés cambiar las veces que querás, y escribís el nombre. Cuando terminés, le tomás una foto mental y doblás la tarjeta cuatro veces; yo me voy a ir para no ver”. Se va de la mesa y hago lo pedido. Cuando regresa me pide que piense en esa persona, que la imagine entrando al café y llevando una escarapela con el nombre. Aún con la tarjeta doblada en mi mano, me pide ponerla sobre su brazo. Obedezco. Después de más órdenes de visualización de esa persona, su nombre y la letra inicial, levanta mi mano. En la piel de su brazo se ve claramente la letra C en ese tono rojo de la piel lastimada. Lo miro sin saber qué decir y el sólo dice: “Es Carlos”. ¿Adivina? ¿Deduce? ¿Tiene probabilidades de equivocarse? Dice que no. Lo cierto es que también acierta con el apellido y el parentesco.
Como Carlos no está vivo, aprovechamos para entrar al tema de síquicos, brujos y espiritistas, y estas formas de engaño. Dice que son las mismas técnicas; lecturas en frío, programación neurolingüística; tratar de obtener información de un desconocido en una mínima interacción. “No tengo ningún poder ni don, y no creo en esos personajes que dicen tenerlos” aclara. “Soy honesto con mi deshonestidad”. Sin embargo muchas personas le preguntan si le vendió el alma al diablo.
Lo que sí vende Daniel son boletas para sus presentaciones públicas o a empresas privadas. En Las Vegas ha tenido la oportunidad de conocer a magos e ilusionistas como Penn & Teller, Criss Angel, David Copperfield y Johnny Thompson, de quienes ha aprendido sobre el diseño de espectáculos, tal vez con miras a dedicarse de lleno a esto. No lo sabe con certeza. El año pasado fue el ganador del 5to Salón de Inventores e Innovadores, de la SAI, con un seguidor de pupila para cuadripléjicos, que permite controlar una habitación con los ojos; prender luces, abrir puertas o ventanas. Así las cosas, la mecatrónica sigue siendo una opción. Mientras decide, trabaja más recientemente con el faquirismo, el arte oriental de tener poder sobre el cuerpo: controlar el corazón, el dolor, la temperatura y la respiración. Próximamente, el escapismo.