Durante la cuarentena obligatoria millones de personas y sus familias han debido afrontar retos inesperados: pérdida de la libertad de movimiento (bien muy preciado para las mujeres y los hombres modernos); confinamiento en pequeños espacios habitacionales, muchas veces de pocos metros cuadrados; no poder acercarse a otras personas por normas de bioseguridad; abandono o aplazamiento de planes construidos; incertidumbre acerca del futuro; control de los ímpetus personales de salir de casa para recorrer las calles y el mundo; para otros ha sido la pérdida del empleo, la imposibilidad de lograr ingresos, la escasez de alimentos, la falta de dinero para pagar el arriendo, el hambre o la violencia doméstica.
Es así como la actual situación ha sido un verdadero reto de “supervivencia, vivencia y convivencia”, como acertadamente lo ha señalado la Universidad Eafit[9].
También, la cuarentena ha sido la oportunidad para emprender actividades constructivas y de desarrollo personal: fortalecimiento de la vida interior; confianza en quienes nos rodean; reconocimiento agradecido por todo lo que se tiene, percibiéndolo incluso como privilegio y beneficio; disciplina en el trabajo personal y en la acogida de las pautas de autocuidado y cuidado de los demás; serenidad para entender la situación y no tomar decisiones guiadas por el temor o la angustia; seguimiento atento y crítico de la información sobre la expansión y el control de la pandemia.
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Más a fondo, algunas realidades se han mostrado valiosas en sí mismas: la disciplina social, basada en la mayor conciencia y en la responsabilidad personal sobre el impacto de nuestras acciones sobre los demás; el servicio a otros en sus necesidades, especialmente cuando son personas vulnerables por edad, morbilidad y condición económica o social; el respeto y la admiración por los profesionales de salud, dedicados al cuidado de enfermos, aún a riesgo de sus vidas; la creatividad para aprovechar los recursos disponibles con sobriedad; la admiración por otros seres vivos en la naturaleza que aparecen en espacios antes ocupados por los humanos hoy confinados; la generosidad y responsabilidad de empresarios que mantuvieron el empleo sin suspender el pago de salarios a sus trabajadores; la solidaridad y filantropía manifestada en diversas formas de compartir, subsidiar o ampliar el crédito a quienes están padeciendo carencias; la generosidad de quienes donan mercados o la creativa forma popular de compartir los alimentos que tienen de sobra y de aceptar que otros tomen lo que de allí necesitan.
Este ha sido un tiempo único en el que la atención ha sido depositada sobre todo en la necesidad de tener cuidado de sí y cuidado de otros. Tal actitud ha ocupado un lugar central en nuestro estilo de vida, como también en la necesidad de un mayor cuidado de la naturaleza. En cierto modo, la ética de la productividad y de la eficiencia ha sido desplazada por la ética del cuidado como valor fundante y esencial en la preservación de la vida, porque toda vida importa.
Tales iniciativas en torno al cuidado no han sido solamente personales. Son muchas las organizaciones sociales, comunitarias, culturales y de vecindad, formales e informales, que se han creado, que existían, o que se han fortalecido, para responder a las necesidades colectivas. Las organizaciones ciudadanas de todo tipo, motivadas en propósitos constructivos, son expresiones de lo mejor que la sociedad tiene dentro de sí. Son un auténtico patrimonio de capital social cuyo propósito es cuidar de otros y del bien colectivo. El estímulo a tales iniciativas aparece como una inversión de futuro que no puede menospreciarse.
La pandemia también ha puesto de relieve nuevamente el clamor mundial en favor de un trato más cuidadoso, armonioso y no depredador del medio ambiente. Ello implicará un claro empeño por una economía no basada en el incremento del consumo, menos competitiva en función del lucro de capitales y más social en la distribución de los excedentes, más estructurada a partir de energías renovables y con mayor capacidad para reciclar los sobrantes.
La adopción de un estilo de vida más austero y sobrio, no es un lujo o una excentricidad; será necesario, si colectivamente nos empeñamos por el cuidado del aire, el agua, la tierra, los bosques y la biodiversidad de cada uno de los ecosistemas.
Por otro lado, el Covid-19, con su extrema facilidad y velocidad de transmisión, ha evidenciado con crueldad que algunos de los sistemas diseñados para hacer posible la interacción social y el desarrollo de las actividades cotidianas dan la posibilidad a la aglomeración, a la concentración de personas sin atender a protocolos de seguridad y a las filas apretadas, frecuentemente incluso por horas.
En muchas de estas situaciones, se maltrata la dignidad de los usuarios y se pone a las personas en potenciales riesgos de accidente o de atropello en caso de pánico. Véase el caso de los sistemas de transporte público, de comercio informal, de deportes multitudinarios, el entretenimiento en grandes escenarios, los servicios de salud, el sistema educativo, las grandes centrales de abastecimiento, etcétera.
¿No será posible que la ética del cuidado llegase a cada una de estas situaciones para estructurarlas otra manera? Más allá del diseño de los servicios que una ciudad brinda a sus ciudadanos y de las condiciones futuras que pueda asumir la vida social, el respeto y el cuidado deberían ser una clave rectora del comportamiento y de las decisiones.
¿No podríamos todos hacer las cosas de manera más personalizada y por ello más cuidadosa y respetuosa? En esto no es necesario esperar directrices públicas o decretos de ley, que seguramente ayudarían, pero que no substituyen la iniciativa personal de configurar procesos de interrelación que estén basados en la atención y el cuidado. Sin embargo, una iniciativa personal vigorosa en este sentido sólo será posible si la actitud interior o espiritual de cada ser humano se transforma.
Por: Centro de Fe y Culturas
[9] Universidad Eafit, Supervivencia, vivencia y convivencia durante y después del covid-19. Algunas ideas para el debate público desde la Universidad EAFIT. Abril de 2020. En: www.eafit.edu.co