María Teresa escribe en las tardes, casi todos los días. Tiene un pequeño estudio en su apartamento en El Poblado donde solo hay libros y un computador. Entre sus libros sobresalen las novelas, pero por estos días, cuando escribe la biografía de Olga Elena Mattei, son más los de poesía. Cuenta que le pasan las horas, no se hastía, ni se bloquea, le fluye la escritura. Para descansar del trabajo entre una novela y otra escribe cuentos. Dice que no siente el síndrome de la página en blanco y que sus allegados le han dicho que no le cuentan ni cómo preparar una receta porque tal vez escriba una novela sobre eso. Precisamente esa facilidad para descubrir temas y para que la escritura no se detenga es la razón por la que dice “escribir es un goce”.
El amor se le atravesó recién graduada del colegio y por eso no estudió periodismo ni Comunicación Social, como hubiera querido. Esa carrera era, en su mente, lo que la acercaría a una vida de literatura. Fue por eso que muchos años después dio con los talleres de escritura de la Biblioteca Pública Piloto. Desde pequeña, y un poco por vena familiar –tataranieta del escritor antioqueño Juan José Botero, autor de la novela Lejos del nido– le había entrado al corazón ese amor por las letras. A los 16 años envió un cuento a El Espectador, pero no tuvo suerte. En el colegio odiaba las matemáticas y escribía cuanta tarea de redacción tuvieran sus amigas. Pero sí, se atravesó el amor. Un amor bien atravesado porque hoy sigue en pie con más de 40 años de matrimonio y no por ello se alejó de sus antojos literarios. Después de que sus hijos estuvieron grandes, de sentir que podía pensar en ella misma, se acercó a los talleres de la biblioteca y allí, nada más y nada menos que en manos de Manuel Mejía Vallejo, encontró su formación.
“Manuel Mejía paralizaba por su hermosura”, recuerda María Teresa. Llegaba a cada clase con un vaso de ron, tomaba durante las dos horas, leía textos propios o ajenos y hacía recomendaciones. Trataba un tema y luego escuchaba leer a sus alumnos lo que habían trabajado. “Era muy crítico” dice María Teresa, a quien alguna vez le calificó un trabajo con 3.5, cosa difícil de lograr, le han dicho. El maestro los orientaba por diferentes géneros, les recomendaba escritores para cada estilo de escritura y les explicaba cómo y dónde ciertas palabras funcionaban mejor que otras.
A finales de la década del 80, María Teresa, como tantos otros habitantes de Medellín, emigraron a ciudades más seguras. Para ella, su esposo y tres hijos, esa ciudad fue Madrid. En España empezó a escribir más. Hizo, entre textos cortos, el esbozo de lo que años después sería su segunda novela. Pero fue en esa misma ciudad donde conoció al personaje de su primera publicación, Francisco Maturana. “Me llamó mucho la atención Pacho, un hombre a quien habían nombrado director técnico del Real Madrid y destituido dos días más tarde, y quien, a pesar de que en los medios lo acicateaban para que demandara a quien lo había contratado, siempre fue noble y se negó a demandar”.
Hombre Pacho
María Teresa regresó a Medellín y al poco tiempo decidió buscarlo. Maturana se encontraba en Ecuador trabajando como director de la selección de fútbol de ese país. Ella le explicó que quería escribir su biografía pero él se opuso. Ella, decidida, le aseguró que de todos modos la escribiría y que sería más fácil con su permiso. “Recuerdo que me dijo: ‘Bueno Maria, hágale pues’, y con esa frase se abrieron todas las puertas de su familia, amigos, periodistas y deportistas para contar a fondo su historia”, dice la escritora. El fútbol era un tema que ella desconocía completamente, pero convencida del personaje, interesada en la trama que se desenvuelve detrás de los partidos y con cinco años de entrevistas a decenas de personajes, María Teresa publicó Hombre Pacho en 1991, obra bien recibida y que la dio a conocer como escritora nacional.
En los siguientes cuatro años se dedicó a lo que sería su primera novela, La firma de Jota, un libro de suspenso cuya idea partió de una noticia de un avión secuestrado en Nicaragua. Luego escribió su segunda novela, Los pasos del exilio con los apuntes y recuerdos de su estadía en España. Esta, su favorita hasta hoy, recibió una Beca de Creación 2008 de Medellín y fue publicada en 2009. Ha ganado premios por cuentos y por ensayos, y ahora sus palabras quieren dar a conocer a mujeres extraordinarias como Rocío Vélez de Piedrahita y Dora Ramírez. Pero para la incansable María Teresa, la escritura no termina con la última publicación ni con las listas de los reconocimientos, que en su caso han sido muchos más de los mencionados.