Los buenos hábitos comienzan en casa
Una nutrición saludable es un compromiso mayor de los padres con sus hijos
Enseñar a comer a los niños no es una tarea que sus padres deben tomar a la ligera, pues los hábitos alimentarios que estos adquieren en sus primeros años, pueden convertirse más adelante en fuertes obstáculos para nutrirse de una manera equilibrada.
El médico nutriólogo Sandro Gómez ha desarrollado desde hace dos años el blog Alimentado a Isabel, espacio en el que describe cómo ha generado en su hija hábitos saludables de nutrición. “A los cinco meses, edad en la cual Isabel inició la alimentación complementaria, comencé a darle, progresivamente, papillas de verduras, luego frutas y por último cereales. Hoy ella tiene dos años, come de todo y no tiene miedo a ensayar nuevos alimentos”.
De acuerdo con Sandro, al cumplir un año, es momento de sentar al niño a disfrutar los alimentos en la mesa, en familia, dándole la libertad para explorarlos y experimentar sus texturas, sabores, colores y olores. Para ello es bueno establecer unos horarios de comidas que permitan fijar en los pequeños ciertas rutinas. Así mismo, no es recomendable reemplazar líquidos por sólidos (teteros y suplementos), pues esto puede generar en los niños una futura aversión a este tipo de alimentos.
Al alimentar los niños es relevante tener presente que la persistencia y la paciencia son indispensables. Sandro indica que a un pequeño se le debe exponer unas veinte veces a cierto alimento, antes de concluir que definitivamente le disgusta. Los niños no nacen con el gusto aprendido; por lo cual aconseja no alterar los sabores naturales de los alimentos con sales o azúcares, ya que así aprenderán realmente a diferenciarlos. De igual modo, introducir nuevos alimentos junto a otros que ya ha manifestado agrado es un camino para facilitar su aceptación.
Es importante limitar el consumo de dulces y bebidas azucaradas a temprana edad, ya que dificulta al niño desarrollar una preferencia por alternativas más nutritivas y saludables, además de hacerlo más proclive a la obesidad.
Yólida Ramírez, psicóloga y magister en educación, resalta la importancia que tanto los padres como familiares y adultos cercanos a los pequeños sirvan como ejemplo y se preocupen por brindarles una alimentación equilibrada desde un comienzo. “En mi consultorio he tratado a un niño de cuatro años que no consume sino frunas, confites y otros alimentos y bebidas dulces. El origen del problema se encuentra en la alimentación que los padres le dieron en sus primeros años de vida. Enseñar hábitos no es fácil, pero es mucho más difícil modificarlos”.
Obligar a un niño a dejar “el plato limpio” no es un método aconsejable, pues, incluso en su adultez, puede llevarlo al sobrepeso, al estar condicionado a no dejar nada sin importar la cantidad servida. Es mejor brindarles a los niños porciones pequeñas y que pidan más sí así lo desean, que obligarlos a ingerir en muchas ocasiones cantidades desmedidas para la capacidad de sus estómagos.
De acuerdo con Sandro Gómez, “nuestros hijos no son transparentes como para permitirnos conocer hasta qué nivel se encuentra su estómago lleno, pero por su edad se puede determinar más o menos cuál es su capacidad gástrica. Al año es de unos 350 mililitros, a los dos años de 500 mililitros y de ahí en adelante va aumentando lentamente hasta llegar a 900 mililitros a los diez años de edad. Este valor de capacidad gástrica es en promedio y los valores expresados son los máximos. De ahí radica la importancia de no dar líquidos abundantes antes de las comidas, pues esto va a ocasionar saciedad y disminución de la ingesta de sólidos”.
La alimentación de los niños debe ser balanceada e incluir todos los grupos de alimentos para un crecimiento y desarrollo ideales. Una vez comienzan su época escolar, es complejo controlar la exposición del niño a ciertos alimentos (las loncheras de sus compañeros o alimentos comercializados en la cafetería, por ejemplo) pero esto puede mitigarse empacando en sus loncheras, productos naturales, saludables, fáciles de consumir y que no requieran calentarse. Sandro Gómez recomienda incluir en la lonchera “jugos naturales hechos en casa, agua y yogures; una a dos frutas picadas; galletas, wraps o sanduches, preparados con jamón, queso y atún; y snacks saludables como arroz soplado y galletas de queso. Los buenos hábitos comienzan en casa.