Los referentes de tiempo han tenido un cambio gigantesco: ahora largo plazo es pasado mañana; mediano plazo es mañana, corto plazo es dentro de un rato. La magnitud y la rapidez de lo que estamos viviendo no nos permiten llevar la imaginación más allá de unos cuantos días (en el mejor de los casos). ¿Es esto lo que se llama incertidumbre? Sí, creo que esa es la palabra.
La ley de las consecuencias imprevistas nos dice que cualquier acción o evento produce resultados no anticipados (o no anticipables). Esas derivaciones pueden ir en cualquier sentido y podrían ser clasificadas -desde algún punto de vista- como buenas o malas. Aunque perfectamente podrían ser malas o buenas, desde otro punto de vista. Por ejemplo el COVID-19 es visto como una oportunidad inmejorable por la NRA -la Asociación Nacional del Rifle-, en los Estados Unidos. Como se ve, todo depende de quién sos vos.
En gracia de discusión digamos que hay cosas que la inmensa mayoría de los seres humanos las ve como buenas, o como algo que hay que defender. Por ejemplo la vida. O el planeta. Aunque la historia (la universal y la propia) nos enseña que hay personas que no comparten este punto de vista (por llamarlo de ese modo): tienen otras prioridades.
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Sin meternos en honduras, nos preguntamos qué tipo de efectos nos dejará este gigantesco tsunami planetario que estamos viviendo. De lo único que podemos estar seguros es que, literalmente, son inimaginables. Aunque muchos se han atrevido a hablar de lo que será el futuro, lo único cierto en estos momentos es la incertidumbre: no sabemos qué tipo de sociedad, de país o de mundo va a resultar de todo esto.
Desde mi encierro tiendo a creer -porque en alguna forma el presente también es incierto- que jamas (?) hemos tenido tan claro que para la naturaleza no existen esas líneas que aparecen en los mapas y que se llaman fronteras. También siento que esto nos está ayudando a entender que la humanidad es más que una mera abstracción y que el destino individual de cada uno de nosotros está atado al destino de los demás, tanto al del vecino como al del resto de la gente en el planeta.
Intuyo también -desde mi encierro- que la valoración que hoy hacemos de las cosas está cambiando, que se está moviendo nuestro andamiaje cultural. Aquellas premisas que lo han sostenido parece que se tambalean… Y no se trata de cosas superficiales, tienen que ver con la forma de vivir. La pregunta central es: ¿Qué es lo que de verdad importa?
Para bien o para mal, sentimos que puede nacer un mundo distinto. ¿Cómo será? No tenemos idea. Mientras tanto -aún así encerrados-, apeguémonos al momento, no olvidemos la vida. Antes que cualquier cosa, hay que tener presente.