El tema pareciera simpático, cuando se trata de turistas, sin embargo no puede considerarse como una respuesta aceptable para quien aspire a hacer negocios reales, de tú a tú, con alguien que no hable español, y este es el caso de casi todos los habitantes de Medellín. Aquí, a pesar de haber cursado mínimamente diez años la materia obligatoria inglés en su pénsum, aprendieron tanto del idioma de Shakespeare como de cálculo o trigonometría.
Presentó la Alcaldía un loable programa para hacer de Medellín una ciudad bilingüe. Esto en el ánimo de continuar con el programa de “la más educada”, bandera de la Secretaría de Educación. Muy importante que la Alcaldía se preocupe por un tema de tanta trascendencia, especialmente cuando se avecina la firma del TLC y en general, cuando se habla con tanta insistencia de la internacionalización de la ciudad.
Dice el orgulloso boletín de prensa que a partir de un “ambicioso” programa se está capacitando a 600 personas para que se formen en este conocimiento. Igualmente pretenden cambiar la señalización de la ciudad para ajustarla a los nuevos tiempos, que vienen seguramente en inglés. Pero, nos preguntamos si capacitar 600 personas es un programa ambicioso como para denominar a nuestra ciudad como Medellín City. En cuanto a cambiar la señalización, suena casi surrealista el proyecto de querer cambiar algo que no existe. Haga cualquiera el ejercicio de tratar de llegar de un sitio a otro solo dejándose guiar por las señales de la calle. No podría ni darle una vuelta a la manzana, porque seguramente las indicaciones de las paredes se contradicen con las del piso, si las hay. Medellín está señalizado solo para quienes nacimos aquí y vivimos aquí desde siempre.
Pensamos que podría ser más ambicioso y coherente un programa de la Secretaría de Educación que le enseñe a los futuros ciudadanos de esta City a hablar y comunicarse eficientemente en su idioma local. Lo grave de que alguien diga que “se defiende en un idioma” es que la realidad no es que se defienda en uno extranjero, sino en el materno. Ambicioso sería el programa cuyo objetivo fuera que los estudiantes aprendieran a leer y escribir más allá de desarrollarles las habilidades básicas. Sería bueno también preguntarse por qué si los muchachos han cursado y aprobado todos los niveles de inglés que trae el colegio no saben decir ni yes (tampoco saben resolver una integral o una derivada).
Caso idéntico debería ser el de la señalización. Por qué no hacer una que por lo menos nos indique a nosotros, habitantes cotidianos de esta ciudad, dónde queda Laureles y cómo se llega allá. Por qué no demarcar claramente las calles y por qué no usar para ello una pintura de buena calidad. Ciudades más ‘‘internacionales’’ que Medellín no marcan sus calles en varios idiomas para demostrar de manera ingenua lo cosmopolitas que son.
Muy bueno que los taxistas hablen inglés. Pero qué bueno sería que también supieran manejar. Qué bueno sería que supieran cómo llegar a un sitio y que además supieran de direcciones. Sería bueno que el oficio de taxista se profesionalizara y, además de darles nociones de inglés, también se les enseñara a respetar las normas de tránsito, su herramienta de trabajo, se les examinara su conocimiento en rutas alternativas, se les educara en atención al público y se les diera la categoría de profesionales del volante.
La idea ingenua de que porque se le dé a algunas personas un curso de inglés haremos mejores negocios es bastante lejana a la realidad. Nadie discute la importancia de un segundo idioma, pero efectivamente, un segundo. Qué bueno sería que el primero fuera requisito para iniciarse en los laberínticos problemas de la gramática de uno segundo y, aunque sonara falso, la respuesta de “me defiendo” fuera una frase cierta.