A la memoria del maestro
En buena parte, esta valoración que requieren y merecen los educadores tiene que ver con la memoria
Algunas ceremonias, como los rituales, tienen un significado profundo. Dentro de estas se enmarca el homenaje que se rendirá en la Universidad Eafit a la memoria de don Conrado González Mejía en el centenario de su natalicio.
Don Conrado no fue un ciudadano cualquiera y, menos aún, un maestro del común. Muchas generaciones de antioqueños, muchas de las familias tradicionales de El Poblado se educaron, quizás sin saberlo, bajo las modernas corrientes pedagógicas sobre las que él se instruyó a partir de los años 30 del siglo pasado en Francia y en el principal centro formador de educadores del país, en Bogotá, corrientes que luego implantaría en Medellín mediante la enseñanza en la Normal Superior y posteriormente en las instituciones educativas fundadas por él: el Instituto Jorge Robledo y el Colegio Conrado González. Contribuyó don Conrado a que la educación en Colombia se renovara luego de largos siglos de estancamiento.
Con su trabajo y trayectoria ayudó no solo a educar sino a darle prestancia a la figura del maestro, en una época en que, como lo destaca el rector de Eafit, Juan Luis Mejía, los educadores eran seres respetados y respetables. Muy distinto a como es ahora.
No es secreto que desde décadas atrás la educación en Colombia viene de capa caída en valores y en calidad. En esta última lo han evidenciado los resultados de diferentes pruebas a alumnos y a docentes. En los estándares nacional e internacional de calidad de la educación, las evaluaciones tanto de Medellín, como de Antioquia y Colombia dejan mucho que desear.
Si bien se han hechos grandes esfuerzos en infraestructura, por mejorar las condiciones locativas de colegios y universidades, se ha dejado atrás algo de valor imponderable como es la valoración social de los maestros y su cualificación: bajos sueldos, pocos incentivos para actualizarse continuamente, tanto en conocimientos como en las herramientas idóneas para transmitirlos, hacen parte de un círculo vicioso que no les permite gozar hoy la dignidad que tenían a mediados del siglo 20. Se les exige que se preparen pero no se les facilita esta labor.
En buena parte, esta valoración que requieren y merecen los educadores tiene que ver con la memoria, con no olvidar ni pasar por alto el aporte que hicieron seres ejemplares, como fue don Conrado González Mejía. Por eso, el homenaje de que será objeto en Eafit es más que un simple acto social. Es la reivindicación de la importancia del maestro en la sociedad.