Por: Carolina Zuleta Maya
Un señor tenía dos hijos: Pedro y Pablo. Pedro era inteligente, buen estudiante y un poco tímido. Cuando Pedro estaba en primaria quiso participar en la feria de la ciencia; para hacerlo debía elegir un experimento, hacer un pequeño tablero y presentarlo a varios jueces. Para Pedro este era un gran reto, pues no se sentía muy cómodo presentando en frente de un grupo de personas. Por lo tanto le pidió ayuda a su padre. Días antes de la feria pasó varias horas frente a su padre repitiendo lo que diría a los jueces, su padre le hizo algunas preguntas hipotéticas y él preparó las respuestas. El día de la competencia, aunque un poco nervioso, Pedro pudo presentar con facilidad pues sabía lo que quería decir. En el momento de las preguntas ninguna lo tomó por sorpresa y pudo responder con calma. El resultado: Pedro obtuvo la medalla de segundo lugar en la feria de la ciencia.
Pablo era también muy inteligente, pero además era muy social, era del tipo de personas a las que todo les salía bien en la vida sin mucho esfuerzo. Por lo general en el colegio sólo debía poner un poco de atención en clase para obtener buenas notas. Le encantaba tener amigos y no tenía miedo de hablar en público. Al año siguiente, Pablo también quiso participar en la feria de la ciencia. Así que eligió un experimento, preparó un tablero, pero cuando su padre le preguntó si deseaba practicar, le dijo: “Papá no te estresés, ya sé qué tengo que decir”.
Llego el día de la competencia y Pablo estaba más tranquilo que todos sus compañeros. Llegaron los jueces y él empezó a presentar, pero al ver que había 10 personas mirándolo fijamente empezó a sentirse un poco intimidado y las palabras se le empezaron a enredar. Terminó la presentación un poco nervioso pero todo empezó a complicarse cuando empezaron las preguntas, pues realmente no tenía respuestas para muchas y no sabía qué decir. Resultado: Pedro no llego a ser finalista.
Esta historia puede parecer trivial pues es la feria de la ciencia en un colegio, pero ¿cuántas veces te ha pasado que llegas a una situación en la que sabes que tienes todo el potencial para salir exitoso y no lo eres por falta de práctica? No importa lo inteligente y capaces que seamos, siempre debemos tomarnos un tiempo para prepararnos y practicar. Las personas más exitosas del mundo saben esto, o si no ¿cuántas horas crees que dedican los mejores deportistas, músicos o científicos a su profesión? ¡Sólo la práctica hace al maestro! Malcom Gladwell en su libro “Outliers” explica que las personas que se han convertido en maestros en algo es porque han dedicado 10.000 o más horas a practicar ese algo. Tener confianza en ti mismo es una gran cualidad pero no dejes que esta te ciegue, hasta el punto que termines fallando por falta de preparación.
“Si la gente supiera lo duro que tuve que trabajar para conseguir mi maestría, no les parecería tan maravilloso.” – Miguel Ángel – Pintor y Escultor del Renacimiento quien pintó el techo de la Capilla Sixtina.
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Sólo la práctica hace al maestro
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